Monasterio de Santo Domingo.
En el claustro de Santo Domingo de Silos, cerca de Burgos, se encuentran capiteles y pilares con relieves que se consideran entre las obras maestras de la escultura del Románico. Dispuesto en dos plantas, la decoración definitiva de la galería inferior duró casi un cuarto de siglo. Los dobles capiteles más atractivos desde el punto de vista escultórico se encuentran en las galerías norte y este. Los relieves contienen escenas de la Muerte y Resurrección de Cristo: comenzando por la que representa el Descendimiento de la Cruz, a continuación se representa la Sepultura, en la que ya se incorporan elementos de la Resurrección. Otros tres relieves representan a Cristo vestido de peregrino jacobeo con los Apóstoles en Emaús, la Ascensión y el Milagro de Pentecostés. En la escena del incrédulo Tomás, éste se cerciora que el Maestro ha resucitado tocando su llaga del costado. Con ello se trata una polémica históricamente probada que había prosperado en el entorno laico del monasterio en contra de la fe. Como una respuesta a la misma, el escultor incluyó en el centro de la escena también a San Pablo, aunque éste no fue testigo del acontecimiento ni jamás conoció a Cristo en vida; por ello precisamente era considerado un hombre de fe ejemplar. (24)
Silos es el nombre de una villa con pujanza medieval y con un casco urbano que tiene mucho que ver. Silos es un monasterio benedictino, es un aula de ciencia y arte, es una colmena monacal que echó raíces posiblemente en el siglo XII. Pero, sobre todo, Silos es una cariñosa evocación románica, es un claustro románico.
El claustro románico de Silos, como en tantos otros monasterios cluniacenses, es pieza fundamental en torno a la cual se organiza la vida monacal. Se trata de un enorme patio irregular –unas alas tienen 16 arcos y otras 14- cuya construcción se inició en el siglo XI y se concluyó en el último tercio del XII. Consta de dos pisos de esbeltas arquerías en los que trabajaron distintos maestros y en distintas fases constructivas. La regularidad en la distribución de los elementos de ambos pisos ha logrado la perfecta unidad de esta obra de arte. En ella quedó labrado un mundo de sueños y fantasías, de exquisitos refinamientos en su ejecución, de irrepetibles esculturas y modélicos capiteles.
En los sesenta y cuatro capiteles del claustro bajo y ocho soberbios relieves, han sido representadas escenas reales que inspiran paz y silencio, seres creados por la imaginación que invitan a reflexionar y escenas bíblicas que animan a la contemplación. Entrelazos y encestados, acantos y zarcillos, atauriques, sirenas y grifos, leones y centauros, dragones y aves fabulosas, todo invita a forzar la fantasía y descubrir su simbología.
Es admirable la cuidada conjunción de pilares, bancos, arcos y columnas; y no desmerecen en calidad los elementos decorativos. El claustro se inició por las dos galerías inferiores que convergen junto a la “Puerta de las Vírgenes” y fueron labradas por el que se conoce como “Primer Maestro de Silos”; el resto por el “Segundo Maestro de Silos”. Los arcos sin apenas ornamentación descansan sobre columnas pareadas.
Hay en este monasterio un selectivo museo que recoge piezas artísticas muy interesantes. Mención especial habría que hacer de capiteles, tímpanos y esculturas románicas. También quedan muestras muy dignas de su taller de esmaltes, siendo el frontal del sepulcro, la arqueta relicario, la Paloma eucarística, el báculo abacial, el cáliz y patena de Santo Domingo, piezas del siglo XII a destacar. Algunos son también magníficos ejemplares de orfebrería románica. (63)
En Castilla, una de las empresas artísticas más ambiciosas de la segunda mitad del siglo XI y la primera del siglo XII fue la ampliación del antiguo monasterio de San Sebastián de Silos, que el rey Fernando I encomendó en 1041 al abad Domingo Manso, huido de San Millán de la Cogolla por sus tirantes relaciones con el monarca navarro. Las obras, tanto de la iglesia como la del claustro, superaron la vida de Domingo, y fueron consagradas en 1088. Sin embargo, la creciente veneración de que fue objeto Santo Domingo hizo necesaria una ampliación de la iglesia que se llevó a cabo en el primer tercio del siglo XII.
El claustro, aunque con importantes modificaciones, es la única zona monacal conservada de la época románica, ya que las restantes dependencias fueron derruidas entre los siglos XVII y XVIII, siglo este último en el que se levantó un templo neoclásico proyectado por Ventura Rodríguez. Aunque quizá el primer trazado del claustro obedeciese a un espacio cuadrado, sucesivas modificaciones hicieron que adquiriera forma rectangular, con pares de columnas levantándose sobre un zócalo no demasiado alto. A finales del siglo XII, al primer piso se le añadió un segundo con arquerías aún de medio punto, concluido a principios de la siguiente centuria.
En este claustro se desarrolló uno de los más importantes episodios de la escultura románica, episodio llevado a cabo por tres maestros o talleres distintos. Al primero de ellos, que trabajó en paralelo a la construcción de la obra, es decir, hacia 1100, se le deben los capiteles de la galería septentrional y los bellísimos relieves, embargados de austeridad plástica, de los machones de los ángulos: Ascensión, Pentecostés, Descendimiento, Santas mujeres ante el sepulcro, Duda de Santo Tomás y Jesús con los discípulos de Emaús. El segundo maestro, ya en el siglo XII, trabajó en las galerías meridional y septentrional, en tanto que el tercero de ellos (quizá el llamado magister Robertus) dejó su impronta transida de dinamismo barroquizante en el ya tardío relieve de la Anunciación. (195)
En sus inicios era un pequeño e irrelevante monasterio, de los que había centenares en el territorio burgalés. Sólo pasó a tener cierto relieve e importancia cuando, huyendo del rey García de Nájera (1035-1054), encontró refugio en él un monje de San Millán de la Cogolla de nombre Domingo, designado abad del llamado San Sebastián de Silos hacia el año 1041 y gozando de toda la confianza de Fernando I de León convirtió al pequeño cenobio en un importante y famoso monasterio; murió el 20 de diciembre de 1073, reinando ya en Castilla Alfonso VI. Canonizado poco después, el monasterio, antes llamado San Sebastián, se colocó bajo su patrocinio y pasó a llamarse Santo Domingo de Silos.
La muerte de Santo Domingo señaló el comienzo de una intensa actividad artística románica, que se inicia por una iglesia de tres naves y cimborrio sobre el crucero, que fue consagrada en 1088; a la iglesia seguiría el famoso claustro, parte del cual es fechable dentro del siglo XI, verosímilmente entre los años 1085 y 1100, aunque otra buena parte de las esculturas del mismo claustro sean muy posteriores. La iglesia románica fue derruida y sustituida por otra de Ventura Rodríguez entre los años 1756 y 1816, mientras el maravilloso claustro se ha conservado hasta nuestros días. (314)
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