Curioso tema éste en el que afloran, por fin, discrepancias ocultas en el tiempo vaya a saber usted por qué razones. A primera vista parece que el asunto podría ser algo trivial y sujeto de consideraciones subjetivas, pero no es así, estamos ante una conceptualidad, ante algo que es blanco o negro. Para comprender si el ladrillo define o no una obra románica hay que definir prmero qué es esto del románico y al intentarlo volvemos a encontrarnos con la diversidad de definiciones. La definición que requiere menos palabras es aquella que identifica el arte románico con el arte sacro del cristianismo occidental. En este sentido el edificio románico en su plenitud está definido (arquitectura, en cuanto a lo que ahora nos ocupa) y formado (construcción, id) íntegramente por elementos individualizados y de conjunto que nos permiten, que han sido elegidos e integrados para, establecer una comunicación microcosmos-macrocosmos, entendiendo el macrocosmos como la expresión cósmica final. En esta concepción la piedra tiene dos elementos objetivamente diferenciadores de otros: la naturalidad de la misma y su “perennidad”. Es posible añadir otros aspectos tales como la estética y la versatilidad, fundamentales también para comprender la obra románica, pero que omito por estar más expuestos a la subjetividad. Definir el arte románico desde la perspectiva de la sacralidad del mismo limita la consideración de lo románico en otras esferas más sociales. No podemos olvidarnos de la función pobladora y repobladora del castillo, monasterio o iglesia románicos en territorios desertizados por abandono de los pobladores ante el miedo a ver repetidas las desolaciones islámicas. Para ello, esencia de la entrada de lo internacional en la península, la construcción requirió de la piedra para asegurar su fortaleza, una fortaleza que no podía ser garantizada de otra forma, que no podía ser garantizada con otros materiales. Y todo ello con independencia del conocimiento o no en el momento y lugar del edificio románico de las técnicas elaboradoras y constructivas relacionadas con el ladrillo. El ladrillo llega tarde en relación con el románico, aunque más adelante coincidiese en el tiempo dada la duración de lo románico, y ello con excepciones aisladas en el territorio europeo. Quizás sea por ello que no es posible encontrar “románico de ladrillo” en el territorio europeo occidental en que se desarrolló el románico, salvo excepciones aisladas que no pueden ser consideradas románicas. En mi recorrido no he encontrado tales excepciones en, de oeste a este, Irlanda, Reino Unido, Francia salvo Toulouse (dejo aquí la puerta abierta a alguna otra aislada que ahora no recuerdo), Andorra, Alemania (Reichenau), Liechtenstein y Suiza, únicos lugares que he recorrido en su integridad hasta la fecha con un objetivo de análisis del románico. Entre las excepciones apunto las mencionadas por los interlocutores: Sahagún, Milán y Toulouse. San Tirso de Sahagún es obra nueva construida sobre otras edificaciones en la que se integráron elementos de piedra románicos. Sea como sea, Sahagún, la Cluny de Castilla, no me interesa; su historia es lo suficientemente amarga como para desinteresarme. En todo caso es una construcción bien alejada del románico pleno cluniacense. San Ambroggio de Milán es una obra cuyo promotor/comitente quiso erigir al modo lombardo, y aquí me sorprenden las manifestaciones de uno de los interlocutores al vincular el ladrillo a las construcciones lombardas, que queremos asociar con el románico. Ni en nuestra península, ni en el Ticino (ver Banco de Fotos) he sido capaz de encontrar una obra románica lombarda de ladrillo; tampoco la recuerdo en lo estudiado de la Lombardía italiana, quizás lo hubiese, puesto que para los italianos lo del ladrillo no era nuevo, pero habría que ponderar su valor románico. Así que ruego a los discrepantes que apunten sus ejemplos para debatir al respecto. Finalmente, nos queda de los mencionados de ladrillo el sorprendente San Sernin de Toulouse, que sí conozco por haberlo visitado y estudiado (ver Banco de Fotos). “Todo el mundo” sabe que la forma de esta basílica se ajusta a la de las iglesias románicas “de peregrinación”, que su perímetro fue comenzado en piedra hasta alcanzar el nivel que no pudieron continuar por razones económicas, que en su fachada hay notables elementos románicos desarrollados en piedra y que su esqueleto interior es de piedra y puramente románico. San Sernín fue diseñada y construida en un momento en que las iglesias más importantes competían por ser la mayor de la cristiandad, a lo que se sobrepuso la justificación de que la afluencia de peregrinos esperada aconsejaba un edificio de esas proporciones. Bueno, pues no, el análisis cuantitativo y el análisis comparado con otras iglesias del Camino no justifican el tamaño de San Sernín desde la perspectiva de las necesidades relacionadas con la afluencia de peregrinos. San Sernín es un quiero y no puedo en la batalla por la dimensión; es una construcción muy alejada del concepto de arte sacro románico. Termino esta entrada aludiendo al que fuera vicejaime, ahora de vacaciones, cuando compara las piedras de la iglesia románica con los fieles que forman la Iglesia, es una bonita expresión cargada de subjetividad muy lejana conceptualmente del ladrillo unido a la fuerza con esa mezcla que no requirió la piedra románica. No, el románico de ladrillo no es románico. Finalmente, si el lector lo desea, puede encontrar en el Banco de Fotos iglesias románicas del Ticino o de los Grisones pintadas de blanco en el exterior, en las que se adivina la construcción de piedra bajo la pintura. Saludos.
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