Hola a todos
En un día como el de hoy, está claro que la memoria nos lleva a la magnífica portada de Santo Domingo y, en concreto, a una de sus arquivoltas, la dedicada a los santos inocentes. Después, descansaremos por unos días y, por prescripción familiar, estará prohibido tocar el ordenador. ¡Nos leemos el año que viene!
De hecho, rápidamente nos damos cuenta de que entre la representación del cielo apocalíptico y las arquivoltas en las que se narra la teofanía de Dios en la Tierra, la Encarnación de Cristo, y, además, sacando el tema de su disposición natural en el ciclo narrativo de la vida de Jesús, se encuentra la famosa arquivolta dedicada a los Santos Inocentes:
Esos primeros mártires a los que podríamos considerar los primeros predestinados para permitir el martirio definitivo de Cristo en la cruz. En esa arquivolta, al margen de la propia matanza de los inocentes, se esculpen dos escenas muy significativas:
La primera, la conocida como la del Seno de Abraham. Es evidente, que sabían mucha teología. Si Cristo todavía no había realizado su redención, ¿dónde fueron mientras tanto los inocentes? No podían ir al cielo. Ese mismo sentido es el que Juan Escoto Eriúgena dio a este símbolo:
Citar:
“Esto da a entender a través del rico que padecía las penas, quien “en medio de los tormentos, levantando sus ojos, vio de lejos a Abraham y a Lázaro en su seno”. Así pues, vio a Abraham y a Lázaro en la gloria de la contemplación divina, pero el rico Epulón fue privado de los placeres de la gloria.
Y esto está significado con las palabras del rico Epulón que pedía una gota de agua de la mano del pobre Lázaro y que decía: “Me atormento en medio de esta llama”. Sin duda, las palabras de petición de auxilio, la llama de la penitencia tardía de sus pecados, el agua de refrigerio, el dedo de la distribución de los méritos con el que se cree que, después de esta vida, los santos pueden prestar auxilio a quienes se encuentran en medio de los castigos, todo ello representa un prototipo.”
(Juan Escoto Eriúgena, Periphyseon)
La segunda escena, todavía es más significativa:
La de Herodes asesorado por el Diablo. Ahora bien, el Maligno es connotado no en clave apocalíptica como un dragón, ni tampoco en clave del Antiguo Testamento, como una serpiente, sino como un demonio. Hay que volver a leer a Juan Escoto Eriúgena:
Citar:
“...sino que significan estas propiedades que por causa de la desobediencia de ambas criaturas han sido añadidas a la esencia creada en ellas, de modo que hay que creer y entender que son los cuerpos aéreos de los demonios y los miembros terrenos y mortales de los hombres que en castigo al pecado han sido añadidos a la simplicidad de la naturaleza creada por Dios. Ahora bien, otro será el lugar de discutir si la naturaleza de los demonios será liberada de los cuerpos que les han sido añadidos por ese aire; como también será otro el lugar en el que se analice si la naturaleza humana, ayudada por la gracia de su Redentor, será liberada de los cuerpos animales y corruptibles en el momento de la resurrección. ”
(Juan Escoto Eriúgena, Periphyseon)
Parece ser que, una vez más, nos encontramos ante una magnífica lección teológica convertida en una espléndida portada románica.
¡Feliz años nuevo 2018!Un abrazo a tod@s