Un profundo estudio, más bien una investigación casi policial por el ocultismo que envuelve el caso de la saga de los Ruiz, fue realizado por la historiadora María José Martínez Ruiz de la Universidad de Valladolid, sacando a la luz la participación de esta familia vitoriana en el mayor expolio de obras de artes y antigüedades, que entre 1910 y 1936 acabaron en las grandes colecciones americanas, principalmente en las de William Hearst, el personaje que Orson Welles eternizó en su Ciudadano Kane .
María José Martínez Ruiz ha seguido documentalmente la actuación de Pedro Ruiz, «natural de Vitoria» en varios negocios en las diócesis de Palencia, Segovia y Soria. Desde colgaduras de terciopelo a casullas pasando por un altar barroco, una alfombra, cuatro columnas, dos paneles artísticos, todo acababa en sus manos. En Burgo de Osma (Soria) vendía ornamentos pero aceptaba a cambio objetos antiguos en vez de dinero. Unos años después aparecen Raimundo y Luis, hijos de Pedro, en los mismos lugares. Luis, por ejemplo, negoció con el párroco la liquidación de varios objetos de la parroquia de Megeces de Iscar (Valladolid). Cuando el sacerdote, que no había pedido permiso al obispo, como le obligaban las normas, le reclama las piezas, el anticuario le dice que ya las ha vendido en Nueva York y escribe al obispo diciéndole que no ha ganado nada en Estados Unidos «por la crisis del país» y ofreciéndole un pequeño donativo para la iglesia «ya que lo compré sin licencia a pesar de que el cura me dijo que la tenía».
Pero de los tres es sin duda Raimundo el que se lleva la palma. El escultor-coleccionista Federico Marés lo describe como «uno de los pioneros en el comercio internacional de antigüedades. Fue uno de los primeros anticuarios que supo tener contacto con el exterior cuando la exportación no se controlaba. Exportó mucho y bueno».
El estudio de María José Martínez lo sitúa ya en el número 8 de la calle Barquillo de Madrid, cerca de Alcalá y San Jerónimo, lugar de asiento habitual de los anticuarios de la capital de España.
Dos episodios demuestran la cara oculta de unos anticuarios que actuaron también como grandes coleccionistas. En 1926, tras una denuncia ante el Ministerio de Asuntos Exteriores, a propósito de un envío masivo de obras procedentes de España con destino a Nueva York, se comprueba que tenía autorización para sacar del país un número reducido en comparación con el fabuloso lote en el que destacaban, «un Greco, 12 esculturas, una sillería de coro». En las bodegas del vapor Chicago, se encontraron 43 cajas de piezas de arte con un peso de 2.500 kilos.
En 1930, las autoridades detienen un cargamento de objetos artísticos en Vitoria. Estaban preparados para ser exportados a Estados Unidos. Entre ellos se encontraba la portada románica procedente de Cerezo del Río Tirón (Burgos). Las piedras fueron decomisadas y se ubicaron en el paseo Isla en Burgos. Pero unos relieves del mismo templo de Nuestra Señora de la Llana, hoy en ruinas, están expuestos actualmente en las salas de The Cloisters, del Metropolitan Museum of Art de Nueva York*. El expediente administrativo que siguió la detención de la mercancía permitió descubrir al protagonista de la operación, Raimundo Ruiz, quien reclamó infructuosamente la restitución de la portada, pues según afirmaba era de su propiedad**:
…Dada lectura de un oficio de la Dirección general de Bellas Artes, en el que se hace constar que Don Raimundo Ruiz y Ruiz, vecino de Madrid, se ha dirigido al Ministerio de Instrucción Pública manifestando ser dueño de los restos de una portada románica de piedra, portada que hoy debidamente restaurada tiene su emplazamiento en el paseo de la Isla de esta ciudad. Se acuerda en orden a este importantísimo asunto, que por el presidente, perfecto conocedor de todo el proceso del mismo, se redacte un minucioso informe y se envíe en cumplimiento de lo que en el oficio se interesa al Sr. Director de Bellas Artes (FUENTE: IFG [Institución Fernán González, Burgos], Comisión de Monumentos de Burgos, Libro de Actas, comienza en 1934. Sesión 29 de agosto de 1935, p. 10v).
Los Ruiz no fueron los únicos que se aprovecharon de aquel momento en el que muchos eclesiásticos, historiadores, marchantes y funcionarios, permitieron, cuando no animaron, el despojo de los monumentos en el que todos ganaban. Todos menos el rico patrimonio artístico.También sostiene la historiadora que desde 1919 a 1936, los Ruiz realizaron más de 20 subastas en Manhattan. La mayoría de los objetos iban a parar a W.Randolf Hearst, el más voraz y compulsivo comprador de objetos artísticos el mercado americano.
Para nosotros es palpable, que si los capiteles del claustro románico estaban antes de 1931 en algunas dependencias de El Burgo de Osma, habrían caído inevitablemente en manos de los Ruiz...
NOTAS:* Francisco Góngora: Los Ruiz y el tesoro de Quejana.(Blog: El Tpo Verde http://blogs.elcorreo.com/topoverde/201 ... e-quejana/)
**María José Martínez Ruiz en REVISTA BERCEO:Raimundo y Luis Ruiz: pioneros del mercado de antigüedades españolas en EEUU. Núm. 161; págs.49-87.