Hola a todos
El Arte Románico está más vivo que nunca. Jamás, como en este momento histórico, esta corriente artística ha tenido tal número de seguidores. Nunca como ahora, las personas no solo visitan los edificios (iglesias, monasterios, museos...) en los que se pueden encontrar sus manifestaciones y se llevan las imágenes a casa en forma de fotografías, vídeos... sino que dialogan por las redes sociales de muchas y diversas maneras.
Sin embargo, como debió ocurrir desde en primer momento en que fueron concebidas en la mente del teólogo redactor del programa, estas imágenes nos esperan para ser rescatadas a partir de la comprensión intelectual propia de cada persona que las contempla. Solo hay que leer por las redes sociales las diferentes interpretaciones que se realizan de una misma imagen o programa iconográfico. A veces y espero que me perdonéis la expresión, las hay para todos los gustos.
A falta de documentos que nos hablen de la identidad y la formación del teólogo redactor de estos programas, personalmente, siempre me decanto por aquellas lecturas de imágenes que se pueden apoyar o en textos que proceden de la exégesis directa de pasajes de la
Biblia o en textos de filosofía teológica que vayan desde los orígenes del Cristianismo hasta el siglo XIII. Pienso que no es bueno interpretar el Arte Románico con principios o dogmas teológicos que nacieron en el seno de la Iglesia católica con posterioridad a la existencia de esta hermosa manifestación artística. O, como ocurre en otros casos, presentarlo como una manifestación fiel del Paganismo o una expresión del esoterismo. Y,por poner un rápido ejemplo, no se debe olvidar que, para mí, el pensamiento masónico puede ser esotérico (no lo conozco); sin embargo, para un hermano masón, precisamente porque lo conoce, no lo es de ninguna de las maneras.
Y, a veces, esto es lo que creo que falta en los estudios sobre el Arte Románico: el conocimiento del pensamiento que fue el encargado de originar estas colecciones de imágenes.
En la actualidad, una vez contempladas, las imágenes se continúan analizando; pero, a veces, desde perspectivas predeterminadas. Y, claro está, se producen diferentes y hasta divergentes niveles de lectura. Pondré un ejemplo.
A veces, al encontrarnos imágenes como la siguiente:
estamos tentados en identificar su contenido con una tradición de la Historia del Arte que implica el seguimiento de los postulados de la Roma clásica y nos vienen a la memoria imágenes como la siguiente del famoso "Espinario o Niño de la espina".
Y, así, se puede llegar a explicar en algunas facultades universitarias sin hacer ni una sola mención a una realidad religiosa o cuanto menos eclesiástica. De hecho, me sorprende ver que, en algunas facultades, se llega a explicar el Arte Románico a universitarios sin la necesidad de que estudien y entiendan el pensamiento, la filosofía y la teología, de la época de su ejecución histórica. O más, cuando se interpreta desde los postulados actuales del magisterio de la Iglesia Católica.
Sin embargo, al fijarnos y ver que el personaje representado en el canecillo románico ya no es tan niño y que parece llevar ropas eclesiásticas cuando no litúrgicas, uno piensa en otra vía de transmisión de la "
románitas", de la educación romana. Y recuerda el siguiente texto de San Agustín, un romano:
Citar:
"Finalmente, hermanos, si a algún miembro del cuerpo le sobreviene alguna molestia, ¿cuál de los restantes miembros le negará su ayuda? ¿Qué cosa hay en el hombre más en el extremo que el pie? Y en el mismo pie, ¿qué más en el extremo que la planta? Y en la misma planta, ¿qué otra cosa que la misma piel con que se pisa la tierra? Así y todo, esta extremidad del cuerpo forma tal parte del conjunto que, si en ese mismo lugar se clava una espina, todos los miembros concurren a prestar su ayuda para extraerla: al instante se doblan las rodillas; se dobla la espina -no la que hirió, sino la que sostiene todo el dorso-; se sienta, para sacar la espina; ya el mismo hecho de sentarse para sacar la espina es obra del cuerpo entero. ¡Cuán pequeño es el lugar que sufre la molestia! Es tan pequeño cuanto la espina que lo punzó; y, sin embargo, el cuerpo en su totalidad no se desentiende de la molestia sufrida por aquel extremo y exiguo lugar; los restantes miembros no sufren dolor alguno, pero todos lo sienten en aquel único lugar.
De aquí tomó el Apóstol un ejemplo de la caridad, exhortándonos a amarnos mutuamente como se aman los miembros en el cuerpo. Dice él: Si sufre un miembro, se compadecen también los otros, y si es glorificado uno solo, se alegran todos. Vosotros sois el cuerpo de Cristo y sus miembros (1 Cor 12,26-27)".
(San Agustín, Sermón 162, A, 4-6)
Esta es una forma un poco diferente de expresar el significado del símbolo. Pero, entonces, uno se pregunta: ¿cuántas de las personas que han contemplado esa imagen a lo largo de los siglos conocían esta interpretación de San Agustín?
Es, precisamente, en ese momento, cuando uno recuerda los diferentes niveles de lectura que, al igual que ocurre con un texto, poseen estas imágenes. No interpretará igual este canecillo un feligrés que un canónigo regular de San Agustín que haya leído las obras de su maestro.
Para acabar, os quiero confesar algo que me ocurre cuando leo artículos o libros sobre Arte Románico. Si deduzco que no se realiza el estudio a través del pensamiento del teólogo redactor o iconógrafo del programa y solo se da vueltas al magnífico trabajo del maestro artesano, al acabar su lectura, me siento un poco vacío. Entonces, recuerdo el símil de la moneda.
Toda moneda se compone de una cara y un envés o cruz. Supongamos, en primer lugar, que tenemos una moneda con una cara que posee una iconografía artística impresionante, bella, como pocas. Sigamos suponiendo que, después, con una sierra de precisión somos capaces de separar la cara de la cruz. Es evidente que seguiremos teniendo una cara artísticamente impresionante y bella como pocas. Sin embargo, ¿qué valor tendrá esa moneda en el mercado? Supongo que todos estaréis conmigo admitiendo que ninguno. La cara será bella, pero su valor simbólico y, por lo tanto, real, habrá desaparecido. Ya no sirve ni para ir a comprar al mercado. Personalmente, sostengo que algo parecido sucede con el Arte Románico.
En sus representaciones, existe una cara, toda su magnífica iconografía, y un envés o cruz, su significado. Si separamos y quitamos el contenido asociado al pensamiento de la época de la iconografía románica, ¿qué queda? Una bella imagen sin ningún valor.
Supongo que, de entrada, todos admitimos que dicho arte existe y nace en el seno de la filosofía y la teología cristiana medieval. Tal vez, con el paso de los siglos, nosotros hemos podido llegar a ver únicamente figuras más o menos bellas; pero, de lo que no cabe la menor duda es que, en su época, expresaba una serie de visiones de la fe cristiana. Detrás de cada taller de maestros artesanos, hay al menos un redactor teológico que sabe de filosofía teológica.
Por eso, siempre es hermoso poder encontrar su pensamiento.
¡Feliz fin de semana!Un abrazo a tod@s