Especialmente a partir del s.XI, estos canónigos regulares de San Agustín se expandieron en ámplia progresión matemática por toda Europa, lo que a la larga debió suponer un serio problema de relaciones con otras órdenes monásticas, como los benedictinos:
Alfons Puigarnau, en Imago Dei y Lux mundi en el siglo XII escribió:
Se generaliza la creencia de que una tradición especial hace descender a los canónicos regulares de los apóstoles, y tener por legislador y padre a san Agustín. La nueva reforma se introduce, como elemento tensionante, en el panorama eclesiástico del momento. La tensión se produce, como en toda reforma, entre el pasado y el futuro, proyectando luces y sombras sobre el intante presente. Al principio es un movimiento que convivirá pacíficamente con otras causas corporativas espirituales, pero más adelante, con el paso del tiempo, se multiplicarán las rencillas entre canónigos y monjes, aduciendo una mayor legitimidad doctrinal para los primeros, por el hecho de ser presuntos continuadores de los apóstoles en relación a su prédica a los feligreses, con respecto a los monjes que, según ellos, serían hombres retirados del mundo sólo preocupados por su propia santificación.
Así, en el templo benedictino de San Quirze de Pedret, encontramos una representación pictórica -el original en el MNAC- de uno de los temas más característicos del evangelio de Mateo, la parábola de las diez vírgenes:
Mateo 25 escribió:
»Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que, tomando sus lámparas, salieron a recibir al novio. 2 Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas. 3 Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; 4 pero las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. 5 Como el novio tardaba, cabecearon todas y se durmieron. 6 Y a la medianoche se oyó un clamor: “¡Aquí viene el novio, salid a recibirlo!” 7 Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. 8 Y las insensatas dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan.” 9 Pero las prudentes respondieron diciendo: “Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden y comprad para vosotras mismas.” 10 Pero mientras ellas iban a comprar, llegó el novio; y las que estaban preparadas entraron con él a la boda, y se cerró la puerta. 11 Después llegaron también las otras vírgenes, diciendo: “¡Señor, señor, ábrenos!” 12 Pero él, respondiendo, dijo: “De cierto os digo que no os conozco.” 13 Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del hombre ha de venir.