Hola a todos
Un enigma en la iconográfica románica: ¿Qué pasó con el capitel historiado de la Última Cena en el claustro de Silos?
Si observamos con atención el resultado final del trabajo de la erosión selectiva e inteligente sobre el capitel del que, con una gran precisión, han sido extirpadas de raíz las figuras de Judas Iscariote y de San Juan, podemos comprobar cómo el autor de tal operación ha conseguido el resultado que perseguía desde un buen principio; pues la nueva distribución iconográfica, resultado de su precisa y aséptica intervención, nos obliga a centrar y a dirigir nuestra mirada sobre las figuras de Jesús y sus dos acompañantes.
Por el tipo de representación,
a la derecha de Jesús se encuentra San Pedro; a su izquierda, un personaje con calva.
Si admitimos una de las líneas de representación iconográficas tradicionales, con la eliminación de San Juan y de Judas Iscariote, el corrector conseguía que el personaje de la calva pasase a ser considerado como San Pablo.
Eliminados Judas Iscariote y San Juan, parece ser que la erosión deja la iconográfica de la siguiente manera:
Jesús, en el centro; San Pedro, a su derecha; San Pablo, a su izquierda.
Como ocurre también en los relieves y de nuevo por la pretensión del último escultor, se produciría el caso de que
San Pablo vendría a estar representado en un pasaje bíblico que históricamente no vivió. En el fondo, parece como si, con esta intervención, el corrector les quisiera decir: “En los relieves, os he dejado escrito que San Pablo es el personaje calvo que está representado en el colegio apostólico; aquí, en el capitel historiado tenéis que interpretar lo mismo”.
Pero, para que el capitel de la Última Cena del claustro de Silos reciba esta lectura, Judas Iscariote y San Juan han pagado el precio de desaparecer.
Si intentamos imaginar el capitel original, el maestro escultor creador había ideado la imagen de tal manera que la perspectiva visual adoptaba la forma de un triángulo a distintos niveles, vertebrando el espacio con la ubicación de la mesa y colocando tres figuras como vértices de ese triángulo:
Cristo, Judas Iscariote (el discípulo traidor) y San Juan (el discípulo amado); o, lo que es lo mismo, los dos modelos de fe opuestos y presentados como contrapuestos en la disposición inicial del capitel.
Sin embargo, tal y como lo ha dejado la erosión selectiva e inteligente, el capitel pasa a tener su centro visual en una perspectiva horizontal:
San Pedro, Jesús, San Pablo; o, lo que es lo mismo, la representación de la iglesia de Roma.
Pero, San Pablo no estuvo en la Última Cena. El maestro escultor original no podía querer representar una Última Cena que se saltase la lectura recta de la Biblia. Por eso, todavía quedan preguntas. ¿Quién era en origen ese calvo? ¿San Andrés, el hermano de san Pedro? ¿Santiago, el Mayor, el hermano de San Juan?
¿Cómo estaban representados Judas Iscariote y San Juan para que alguien interpretase su iconografía como herética y decidiese no sólo eliminar al traidor, a Judas Iscariote, sino hasta al mismísimo San Juan, el autor del cuarto evangelio y del
Apocalipsis, el libro con más significación simbólica en la teología de la época?
Parece ser que, en un momento histórico determinado, la iglesia de Roma cambió el planteamiento del uso no sólo de la teología en sí, sino también de los libros bíblicos utilizados como referencia teológica. La teología pasó a ser utilizada por Roma con connotaciones políticas para, tal vez, justificar su primacía sobre las otras iglesias y maneras de entender la fe. Y, si hasta esos momentos, fuese por lo que fuese, las figuras de Judas Iscariote y de San Juan se habían visto e interpretado unidas en una determinada
lectio theologica, Roma tomó una decisión y resolvió que eso no podía continuar así.
De hecho, en Silos,
la erosión selectiva e inteligente repite los mismos esquemas que se utilizo para depurar teológicamente la portada de Santa María la Real de Sangüesa, Navarra. Unos esquemas que, entre otras características, pasan por:
1. Eliminar y condenar conjuntamente las figuras de Judas Iscariote y de San Juan.
2. Introducir la figura de San Pablo en pasajes bíblicos que, históricamente hablando, no vivió.
3. Presentar a San Pablo como perteneciente al colegio apostólico ad origen, desde el principio, y con un peso específico notable, ya que en estas dos correcciones siempre se le tiende a colocar junto a San Pedro y a Jesucristo.
4. La alteración de inscripciones epigráficas.
5. La iglesia de Roma se ve en la necesidad de utilizar de forma política la teología y condenar determinadas visiones de fe.
En resumen, tal y como han llegado hasta nosotros, las iconografías actuales de Sangüesa y Silos son fruto de una erosión selectiva e inteligente.
Un abrazo a tod@s.