Hola a todos
En primer lugar, espero que el viaje al románico de Zamora haya sido todo un éxito. Seguro que habrá sido así; pues, conociendo como conozco al guía, una vez más, la experiencia habrá sido altamente gratificante.
En segundo lugar, ¿os apetece que continuemos reflexionando sobre el románico zamorano, ahora a través de dos canecillos de Santa Marta de Tera?
De entrada, ante la visión de estos dos canecillos, podemos adoptar al menos tres posturas interpretativas:
1. No sabemos qué significan, pues son un simple adorno floral y ,además, carecemos de documentación histórica.
2. Puede que se trate de la obra artística libre de un maestro escultor segundón, ya que son dos simples canecillos. Al no formar parte de una portada, el artesano segundón esculpió lo que le dio la gana al margen de cualquier contexto religioso.
3. Si el arte románico es, por definición, un arte simbólico sacro, estos dos canecillos pueden interpretarse de manera teológica.
Ardua tarea la que escojo, ya que voy a intentar convenceos de que nos encontramos ante la tercera opción, es decir, estos dos canecillos pueden interpretarse teológicamente. Además, no sólo esto, sino que os quiero convencer de que estamos ante una nueva representación iconográfica de los dos árboles del Paraíso que proponía cierta teología neoplatónica medieval.
Vayamos a los dos canecillos. A la izquierda del que mira, el árbol del conocimiento del bien y del mal, representado como una hoja sin fruto colocada sobre una base de seis cilindros, es decir, el número del hombre, el seis. El hombre, Adán, acabó optando por este árbol en el Paraíso. Una opción que le llevó al pecado y a la muerte, que es un no dar fruto.
A la derecha, el árbol de la vida, representado como un solo fruto colocado sobre una base de cuatro cilindros. Ahora es cuando algunos comenzaréis a pensar: si el árbol de la vida representa a Cristo, no le cuadra la interpretación ya que tendrían que ser tres elementos cilíndricos los representados, el número de la Trinidad.
Bueno, ya he escrito que se trata de una lección teológica neoplatónica. Por eso, es hora de recordar que desde San Agustín y pasando por Eriúgena, el neoplatonismo cristiano explicaba a Dios no sólo a través del concepto de la Trinidad sino también a través del concepto filosófico de la Naturaleza y, en este caso, a través del número cuatro:
1. La Naturaleza que crea y no es creada, causa de lo que existe
2. La Naturaleza que crea, conjunto de las causas primordiales
3. La Naturaleza creada que no crea, conjunto de lo que se engendra en el espacio y el tiempo.
4. La Naturaleza que no crea y no es creada, Dios como fin último de la creación.
En Santa Marta de Tera, el fruto está unido al segundo cilindro; en definitiva, la llamada segunda Naturaleza, la que corresponde al Hijo, el árbol de la Vida.
Siguiendo esta línea de interpretación de la teología neoplatónica, los dos canecillos de Santa Marta de Tera encajan en la interpretación simbólica neoplatónica del Paraíso. Además, también se produce un pequeña lección moral: el conocimiento humano, por sí mismo, no produce el fruto de la Hagia Sophia, la Divina Sabiduría, es decir, la vida eterna.
Ahora bien, siempre será más fácil decir que estos canecillos no sabemos lo que significan porque se carece de documentación histórica, o que pueden ser la obra libre de un maestro cantero escultor, o que cada uno ve en el románico lo que quiere ver.
Y como para algunos, en otros lares electrónicos, el románico se trata sólo de esto, de ver lo que uno quiere ver, precisamente en estos dos canecillos de Santa Marta de Tera, Zamora, he querido ver, una vez más, la representación simbólica neoplatónica del Paraíso. Pero, mejor es que calle. ¿No os parece?
Un abrazo a tod@s.