Hola a todos
No es la primera vez que dialogamos sobre este tema. Es evidente que la presencia de un único elemento escultórico que rompe con la supuesta armonía del conjunto tiene una intencionalidad clara en cualquier programa iconográfico:
Se trata de esta magnífica representación pétrea:
Está claro que, en la fachada oeste de Santa Maria de Piasca, parece ser que no sólo la cabeza de la representación de San Miguel matando al dragón apocallíptico del fuste interior ha sufrido un ligero retoque de cirugía estética, sino que también esto mismo ha ocurrido con el capitel de esta columna.
¿Por qué estas actuaciones sobre las imágenes con posterioridad?
Un capitel que el doctor Miguel Ángel García Guinea interpreta como una iconografía de la Navidad, aunque otros autores se decantan por otras interpretaciones también neotestamentarias y relacionadas con el tema de la Encarnación del Hijo de Dios.
Una vez más, la erosión selectiva e inteligente se ha ensañado con dos iconografías. Ahora bien, estas dos iconografías no son dos iconografías cualquiera, sino que son las dos únicas de carácter bíblico (Navidad y San Miguel) que existen en toda esta portada oeste.
Sin embargo, ¿os habéis fijado que son dos iconografías que, en forma de síntesis, vendrían a representar un ciclo relacionado con la venida del Mesías: el de la Navidad, la Encarnación del Hijo de Dios; San Miguel matando al dragón, el texto apocalíptico del capítulo 12: el Mesías y el dragón o el contexto de la Parusía definitiva del Hijo de Dios?
Tal vez, empezasen a correr malos tiempos tanto para el concepto teológico de la Encarnación (en las teorías milenaristas de la época) como para el significado práctico del
Apocalipsis, pues su interpretación en clave terrenal podía significar que, con la inminente venida del Hijo de Dios, ya no era tan necesaria la función terrenal de la Iglesia. Por eso, había que dejar muy clara la presencia de la Iglesia.
Un abrazo a tod@s.