Queridos amigos:
Gracias a todos. Trataré hoy sobre las
espadañas, tema que nos va a ilustrar sobre unas cuantas
“nada felices” restauraciones en nuestros queridos templos.
Las espadañas, barato sustituto de la torre campanario, se presentan en una sexta parte de llas iglesias riojanas, sobre todo en aquellas construídas con sillería, aunque no es exclusiva de estas. Se pueden alzar sobre el arco triunfal, como en
Santa Fe de Palazuelos (con cuatro vanos)...

albelda.org
...en
San Felices de Abalos, donde se han realizado una de esas horribles intervenciones con algo que se parece a una “jaula de loros”...
El afianzamiento de la estructura de anclaje junto con los futuros deterioros que el sistema metálico aportará al material que conforma la espadaña lo resume todo. Creo que para entender el lenguaje del bien hubiera sido necesario simplemente plasmar esa idea sobre un folleto o cartel explicativo y no hubiera repercutido negativamente en la obra. Aunque desde un punto de vista general no lo considero una práctica acertada creo que la reconstrucción de la espadaña con un claro y neutro criterio de diferenciación sería la solución perfecta. Reconozco que esta ermita ha perdido sustancialmente “su eje director” debido a la parte faltante de su terminación. Su correcta reconstrucción contribuiría en este caso además a afianzar-consolidar este resto original luzrasante
En la ermita de
San Román de Ajugarte, hermosa a pesar de su sencillez, se peca por defecto; situada en medio de una finca particular, donde ha sido utilizada como trastero, granero, almacén y cuadra para el ganado, el edificio de finales del XII,
al que se le añadió posteriormente una nave de mampostería con cubierta de madera, por avatares del tiempo corre peligro de desaparecer si no toman las medidas oportunas las personas y entidades que están obligadas a tomarlas riojarománica. Su espadaña está perforada por tres vanos:

En el curso medio del Ciloria se encuentra el pueblo de
Zorraquín (que aparece citado en un documento de 1087), cuyo nombre es un gentilicio árabe procedente de la repoblación mozárabe en los siglos IX/X, probablemente referida al lugar de origen en Al-Andalus. Constancia de esto es una
celosía de piedra calada de la que trataré enseguida, por constituir otra de las vergüenzas de los principios restauradores modernos.

El templo de
San Esteban estaba estructurado en una nave y una cabecera rectangular, estilizadas por una espadaña de dos vanos transformada en falsa torre. De la cabecera queda solo una parte del muro sur en la que se abre una ventana aspillerada. La altura de la iglesia románica se corresponde con el tejadillo con canecillos.
En el muro sur de la nave se abre el único acceso al templo. Los herrajes de la puerta son los originales, de principios del XIII. El arco más exterior de esta portada se apoya sobre dos capiteles. El de la izquierda representa el
martirio de San Esteban; cuando estaba siendo criticado por los judíos, que no podían soportar la sabiduría y el espíritu con que este rebatía sus opiniones, Esteban fijó la mirada en el cielo y dijo “veo el Cielo abierto y al Hijo del Hombre de pie a derecha de Dios”; fue expulsado de la ciudad, siendo después lapidado. En el capitel aparece el santo arrodillado, mientras que sus lapidadores aparecen a su derecha y Cristo asoma de una nube a la izquierda, bendiciendo al santo.

El capitel de la derecha presenta una cabeza, que tradicionalmente se ha asociado a
San Vitores, patrón de la villa, ermitaño burgalés que sufrió martirio y fue decapitado en siglo IX. Cuenta la leyenda que de la sangre que brotó al ser decapitado nació un moral, y lo cierto es que las plantas que rodean el busto tienen un parecido con las de dicha planta.

Y finalizamos con el tema de la celosía. Construída en el siglo X por un artesano mozárabe (labrada con los clásicos motivos circulares) y colocada en la primitiva iglesia prerrománica...
- la voluntad del maestro de obras en el XIII salvó la celosía y la ubicó en un lugar indeterminado;
- el interés de otro maestro de obras en el XVI, que construyó el actual presbiterio, hizo colocarla en el centro del hastial este, sobre el altar mayor;
- el maestro que en el XVIII construyó la sacristía, consideró que la celosía era tan importante que acondicionó la altura del tejado de esta para que fuera visible desde el exterior
- y por último, a finales del siglo XX, el arquitecto que dirigió la obra de restauración, la “cagó”

tapando esta celosía. No es que se trate de una pieza excepcional, pero pienso que el respeto por lo original debería primar en las restauraciones de las obras de arte. Por suerte he conseguido esta fotografía realizada en 1961 por un supuesto romanicófilo, Juan San Martín:
Es preciso considerar el pasado con respeto y el presente con desconfianza si se pretende asegurar el porvenir. Joseph Joubert.
Abrazos.