Hola a todos
En el Arte Románico, el pensamiento del redactor del programa ayuda a interpretar el trabajo manual de los maestros canteros.
En el conjunto iconográfico de la portada sur de la catedral de Jaca, Huesca, no dejan de sorprendernos tres características que parecen formar parte de un todo unitario, pues pueden aplicarse al conjunto escultórico de todo el templo:
1. La ausencia actual (después de todos los periplos históricos del templo y de la historia particular de cada capitel, suponiendo cuando menos el origen románico del diseño de las imágenes para todos ellos) de esculturas que hagan referencia directa a ciclos cristológicos tradicionales, tanto de la vida histórica de Jesús como de su Parusía, como en todo el templo.
2. La presencia de personajes siempre jóvenes sin barba y vestidos a la romana y la ausencia de personajes femeninos.
3. La existencia de capiteles en los que hombres jóvenes, también sin barba y a la romana, son elevados por águilas, o capiteles de lo que parecen águilas con cabezas humanas, igualmente de hombres jóvenes sin barba y con lo que parece una clara tonsura de San Pedro o romana.
Independientemente de la datación de los diferentes capiteles historiados del conjunto románico, lo que nos ha llamado poderosamente la atención es que si unimos dos detalles:
a) en Jaca, se instaló una comunidad de canónigos regulares
b) en Jaca, parece ser que pudieron acudir maestros lombardos para ejecutar sus obras
Resulta que tanto San Agustín, a cuya regla se adscribían los canónigos de esta catedral, como San Ambrosio de Milán, el gran santo de la Lombardía, en definitiva, dos de los cuatro padres de la iglesia latina, comparten una cita que hace referencia a Cristo y a los cristianos a través del símbolo de las águilas; además, por los textos también andan Abrahán y David:
Citar:
“Si le nació un hijo a Abrahán en su ancianidad fue porque Cristo había de venir en la senectud del mundo. Vino cuanto todo envejecía y te hizo nuevo. Como cosa hecha, creada, perecedera, ya se inclinaba hacia el ocaso.
Era de necesidad que abundasen las fatigas; vino él a consolarte en medio de ellas y a prometerte el descanso sempiterno. No te adhieras a este mundo envejecido y anhela rejuvenecer en Cristo, que te dice: ‘El mundo perece, el mundo envejece, el mundo decae y se agota con la fatiga de la senectud. No temas; tu juventud se renovará como la del águila’”.
(Sermón 81,8, Obras Completas de San Agustín, BAC, Madrid 1983, vol. X)
Es el famoso Sermón que San Agustín dedicó a la caída de Roma; aunque, lo que realmente le dolía a San Agustín eran las caídas de las almas cristianas. Además, no se debe olvidar que, en este mismo sermón, San Agustín llegó a escribir:
Citar:
“Roma no perece, Roma recibe unos azotes; Roma no ha muerto, tal vez ha sido castigada, pero no aniquilada. Tal vez Roma no perezca, si no perecen los romanos”
Unas hermosas palabras para recordar después del famoso Cisma de 1054 y mucha simbología: águilas, hombres vestidos a la romana sin barba, siempre jóvenes, almas, Cristo...
Pero, volvamos al símbolo del águila y también a la primera carta de San Pedro, ahora de la mano de San Ambrosio de Milán, quien llegó a escribir:”
Vosotros sois águilas rejuvenecidas por la limpieza de las faltas”:
Citar:
“Os aproximáis al altar. Nada más comenzar a venir, los ángeles os han mirado. Han visto que os acercáis al altar, y vuestra condición humana, que antes estaba manchada por la oscura fealdad de los pecados, la han visto súbitamente brillar. Y así se han preguntado: ¿quién es ésta que sube del desierto llena de blancura? (Cant 8, 5). Los ángeles se admiran; ¿quieres saber cuál es la causa de su admiración? Escucha al Apóstol Pedro decir que se nos ha dado aquello que los mismos ángeles desean contemplar (cfr. 1 Pe 1, 12)....
Te has despojado de la vejez de los pecados y te has revestido de la juventud de la gracia. Esto te lo otorgaron los celestes sacramentos. Escucha otra vez a David, que dice: se renovará tu juventud como la del águila (Sal 102, 5). Te has convertido en un águila ágil que se lanza hacia el cielo despreciando lo que es de la tierra. Las buenas águilas rodean el altar: porque allí donde está el cuerpo, allí se congregan las águilas (Mt 24, 28). El altar representa el cuerpo, y el cuerpo de Cristo está sobre el altar. Vosotros sois águilas rejuvenecidas por la limpieza de las faltas. Te has aproximado al altar, has fijado tu mirada sobre los sacramentos colocados encima del altar...
Este pan es pan antes de las palabras sacramentales; mas una vez que recibe la consagración, de pan se cambia en la carne de Cristo. Vamos a probarlo. ¿Cómo puede el que es pan ser cuerpo de Cristo? Y la consagración, ¿con qué palabras se realiza y quién las dijo? Con las palabras que dijo el Señor Jesús. En efecto, todo lo que se dice antes son palabras del sacerdote: alabanzas a Dios, oraciones en las que se pide por el pueblo, por los reyes, por los demás hombres; pero en cuanto llega el momento de confeccionar el sacramento venerable, ya el sacerdote no habla con sus palabras, sino que emplea las de Cristo. Luego es la palabra de Cristo la que realiza este sacramento...
Cosa grande es, ciertamente, y digna de veneración, que sobre los judíos lloviese maná del cielo. Pero reflexiona: ¿qué es más grande, el maná del cielo o el cuerpo de Cristo? Sin lugar a dudas, el cuerpo de Cristo, que es el Autor del cielo. Además, el que comió el maná murió; pero el que comiere este cuerpo recibirá el perdón de sus pecados y no morirá eternamente.”
(San Ambrosio, Los sacramentos, IV, 5-9, 14, 21-25.)
Las buena águilas rodean el altar, vaya manera de referirse a los sacerdotes esta de San Ambrosio. Por cierto, a San Agustín también se le conoce como el Águila de Hipona. Además, tampoco debemos olvidar que fue San Ambrosio el que convirtió y bautizó a San Agustín.
Pero, todos los capiteles de esta puerta sur, como los del resto del conjunto iconográfico de la catedral de la antigua capital de Jaca (tal y como también ocurre en la catedral románica de Roda de Isábena), apuntan en una misma dirección teológica. En el caso de Jaca, el triunfo de la Iglesia de Roma, en definitiva, el triunfo de la liturgia romana de los sacramentos y la imposición de su calendario litúrgico a través de lo que podríamos llamar la intervención de “los pesos pesados romanos”: San Pedro, San Pablo, San Ambrosio y San Agustín, unificados en el pensamiento de un teólogo redactor, un maestro en teología, un canónigo de San Agustín. Y esto sucedió, después del Cisma con los cristianos griegos, en la catedral de un pequeño reino, Aragón, que acababa de hacer en Roma pacto de vasallaje con el representante de San Pedro en la Tierra, el Papa. Por eso, en esa misma portada, se representó (como todo el mundo conoce) tanto a un Papa (el obispo de Roma) como a su archidiácono.
Buenos los maestros canteros; pero los redactores de los diferentes programas iconográficos tenían una gran preparación académica y no todos utilizaron las mismas ideas de filosofía teológica para idear las imágenes que se acabaron esculpiendo. Por eso, creemos que es hora de su reivindicación, de reclamar para ellos el peso en la historia del románico que se merecen.
Un abrazo a tod@s