El vocablo herejía no tiene en sus orígenes las connotaciones peyorativas que habitualmente se le otorgan. En principio significó filosofía libremente aceptada; un significado utilizado por algunos autores hasta fecha tardía. Un ejemplo nos lo facilita Isidoro de Sevilla quien fue, después de todo, una suerte de compendiador de cultura antiherética. La palabra herejía le sirve tanto para designar una desviación dentro del cristianismo como una escuela en el mundo de la medicina. Varios siglos atrás, sin embargo, ya Justino Mártir (100-165) empezó a privar a las herejías de ese sentido griego de escuelas respetables para darles el significado negativo que hoy se otorga a las sectas. El heresiarca sería, a su modo de ver, el falso profeta: si había una sucesión en la verdad, también la había en el error.