INTRODUCCIÓN
El Camino de Santiago, desde sus inicios, se constituyó como una incesante fuente de espiritualidad, de trasmisión de la cultura y las tradiciones, permitiendo la entrada de nuevos gustos provenientes de otros países como pudieron ser los artísticos - con su influjo en numerosísimas iglesias, catedrales y construcciones civiles- o los literarios -con personajes como los juglares-; sin olvidar que fue la conexión entre la Península y el continente europeo, situándose junto a Jerusalén y Roma como lugar sagrado que todo cristiano aspiraba a visitar al menos una vez en la vida.
El prestigio que los restos de Santiago alcanzaron en el occidente cristiano superaron todo lo hasta ese momento conocido, instaurándose como un fenómeno a escala global que sobrepasó las expectativas y las ideas que sobre el Apóstol la Iglesia pudo crearse que, con su descubrimiento, pretendió un doble objetivo: la conexión del mundo cristiano tras la caída del Imperio Romano y las incursiones de los bárbaros a partir de la creación de lugares que se establecieron como referentes para los cristianos y, en el caso español, la consolidación del Reino de Asturias.
En la dimensión social, la Iglesia hizo partícipe a toda la sociedad en nuevos ritos, asegurándose de ese modo su participación y devoción en los mismos. La idea funcionó y es que a la hora de analizar y estudiar la enorme implicación de la sociedad medieval con el Camino de Santiago y la gran notoriedad que el Apóstol alcanzó a partir del siglo X, debemos apartar, una vez más, nuestro punto de vista actual situando en primera plana la profunda creencia y veneración que profesaban a una figura como la del Santo. Se creía, de la misma forma, en la oración, la salvación y el perdón, término esencial al hacer referencia al jubileo
Santiago y el refuerzo político del Reino de Asturias
Entorno al descubrimiento del cuerpo de Santiago Apóstol, a mediados de siglo IX, se creó toda una leyenda que ayudó a la mitificación de un santo que, incluso hoy en día, mueve a millones de peregrinos. Su figura fue determinante también en la consolidación del nuevo reino astur, único reducto fiel en la Península Ibérica ya que la mayor parte del territorio, Al- Ándalus, estaba bajo el dominio islámico. Así pues, Santiago se erigió como símbolo del mundo cristiano el cual no podría haber luchado contra los infieles sin su ayuda, llegando por ello a ponerle el sobrenombre de Santiago Matamoros.
Desde los inicios del Camino de Santiago las crónicas recogieron historias, aventuras y anécdotas que, pudiendo ser más o menos veraces, nos permiten hacernos una idea de la importancia que tuvo durante la Edad Media. Entre ellas vale destacar el Códice Calixtino (1140). En estas historias, que gustaban mezclar lo real con lo ficticio, llega a mencionarse la posibilidad de que fuera el propio Carlomagno el que, avisado por el mártir a través de alguna acción divina, encontrase el sepulcro y comenzase el culto del mismo en Santiago de Compostela, ciudad fundada para tal objetivo. Alejada de esta postura, parece que fue la realidad.
De cualquier forma y como ya apuntábamos, su descubrimiento contribuyó a la formación del emergente reino astur que observó en este elemento un estupendo punto de partida que utilizó como aglutinador contra los musulmanes presentes en Al- Ándalus. El norte se convirtió en centro de batalla con Pelayo a la cabeza, instituyéndose como los dos símbolos del cristianismo español.
Cuestiones religiosas
En el aspecto más espiritual, el Camino de Santiago compitió rápidamente en popularidad con las peregrinaciones a Jerusalén y Roma, forjándose como un destino tanto para reyes y nobles como para campesinos, artesanos o religiosos. De esta forma no hacía falta ser caballero y luchar en las Cruzadas para expiar las culpas. Podían visitar Santiago de Compostela, lugar de donde también los musulmanes fueron expulsados.
Todo cristiano aspiraba, al menos una vez en la vida, a visitar Santiago de Compostela. Para darle mayor personalidad y transcendía al Camino, se creó todo un culto de santos menores a lo largo de la peregrinación. Entre las adoraciones destacaba el culto mariano, el realizado a la Virgen María. Así lo demostraban las miles de iglesias, ermitas y catedrales que se construyeron antes de Santiago cuyo objetivo primordial era dar soporte espiritual a los peregrinos.
Los peregrinos
Los primeros datos que sobre peregrinaciones constan, alrededor del siglo X, aseguran que las personas que realizaban el camino no lo hacían solos sino en expediciones o comitivas y es que era necesaria la protección y la compañía, entendiendo el Camino como un momento de solidaridad, compañía e incluso de protección mutua, sin olvidar que durante el trayecto llevaban a cabo un proceso por el cual los peregrinos asumían sus pecados, aceptándolos e intentando que, a través del perdón y la reflexión, además de una penitencia, pudiesen ser expiados al llegar a Santiago.
Para ello era igualmente importante la actitud de aquellos que lo recorrían, siendo necesaria la caridad y la Penitencia, implantándose como obligación de los que más tenían ayudar a alimentar y proteger a los que menos poseían.
También era característica la indumentaria del peregrino donde podía observarse el sombrero de ala ancha, el zurrón, la calabaza cantimplora y la concha.
Los peregrinos, españoles o extranjeros, traían con ellos sus tradiciones y gustos, poniendo en contacto a éstos con las nuevas tendencias y modas ultrapirenaicas.
El trayecto. Auge económico del recorrido
Gracias al recorrido y el prestigio cada vez mayor de la peregrinación, las localidades por las que cruzaba pudieron beneficiarse de ello tanto en el aspecto del comercio como del hospedaje y la alimentación, proliferando puestos y tabernas que abastecían al peregrino. Además, según apunta el excelente medievalista Julio Valdeón, los ingresos no vendría sólo del hospedaje sino que el requerimiento de nuevos alojamientos y la construcción de edificaciones religiosas necesitaban de un considerable número de trabajadores, como albañiles, canteros, carpinteros o vidrieros lo que constituyó, sin duda alguna, un poderoso factor de dinamización económica.
Otro de los pilares de la economía, la artesanía, se vio igualmente impulsada por la mayor presencia de peregrinos que, gracias a su demanda de productos, aumentaba considerablemente el nivel de negocio que podían tener en una población cualquiera en ese tiempo. Podemos pensar que los sectores más importantes eran el alimenticio y el textil, siempre relacionado con los símbolos que diferenciaban a los peregrinos.
La creación de estos nuevos espacios junto con la mejora de los caminos, permitieron un excelente comercio que, aprovechando las ventajas que permitía la mejora de las vías de comunicación, aumentó el recorrido y la cantidad de productos incluso del proveniente del otro lado de los Pirineos así como la articulación del mercado dentro de la Península. En estas localidades comenzaron a ser habituales los mercados semanales, mensuales y anuales, citas que albergaban a comerciantes deseosos de proveer de lo necesario a aquellos que recorrían el Camino. Nadie mejor que Valdeón ha descrito la situación: “Las condiciones para el desarrollo del comercio a lo largo de la ruta jacobea fueron, ciertamente, favorables. Por de pronto contaba a su favor la existencia de las antiguas calzadas romanas, convertidas en vías naturales de penetración del comercio ambulante a partir del siglo IX. Pero quizá lo más positivo fue la gestación de un marco legal favorable para la práctica mercantil, expresado en el denominado "derecho de francos". Es significativo, a este respecto, un decreto del año 1095, otorgado por el conde Ramón de Galicia, en el que se ordenaba no prender ni despojar a ningún mercader ni habitante de Santiago. Los mercaderes de la ciudad del apóstol gozaban, prácticamente desde esas fechas, de autonomía jurisdiccional. Tampoco podemos olvidar la importancia que tuvo la implantación en las tierras de la cristiandad occidental, y por lo tanto en las comarcas por donde pasaba el camino de Santiago, de la "paz de Dios".
Además de posadas se crearon hospitales y un cuerpo de seguridad especial para cuidar la seguridad de los peregrinos.