Poco más sabemos de este artista/taller, al que en un primer momento se le atribuyó su ascendencia italiana por dos piezas halladas en la Toscana (de la segunda mitad del XII), teoría que se vino abajo cuando se descubrieron dos obras suyas en el monasterio gerundense de Sant Pere de Galligans datadas en la primera mitad de dicho siglo. Por lo tanto se cree que este viajero infatigable tiene su origen en un área entre el Languedoc, el Rosellón y Cataluña, donde se efectuó su formación y donde pudo tener acceso a los sarcófagos paleocristianos (s. IV) que se conservaban en Gerona, ya que en su obra hay una clara influencia de lo clásico, evidenciada en la disposición de los personajes y en la presentación de los temas bíblicos.
Debido a la movilidad de este reducido grupo, podemos observar otras influencias propias de las zonas donde trabajaron. De los conjuntos de Vic y Ripoll, toman los drapeados de las vestimentas, los bordes replegados y los dobladillos en zigzag; esto en cuanto a los ropajes; también hallaremos personajes de ojos almendrados, figuras alargadas y miembros agrandados.
Estos trabajos se fechan en el segundo cuarto del siglo XII, por lo que deben inscribirse dentro de la esfera de la segunda escuela tolosana, lo que nos permite precisar la datación de sus obras entre los años cuarenta y sesenta.
Algo normal, ya desde el siglo X, es el intercambio de artistas en diferentes territorios; este fue el caso de Cabestany y su taller, que acudían allí donde eran llamados, a veces poniéndose bajo las órdenes de los maestros, a veces produciendo obras individuales o sobre las que tenían pleno control, o bien colaborando con los artistas locales. En todo caso, estamos hablando de la decoración de piezas aisladas de pequeñas dimensiones: tímpanos, arquitrabes, modillones de ábsides, algún que otro capitel,…
Del análisis estilístico se deduce que: el tímpano de Cabestany, el sarcófago de Saint Hilaire, la portada de San Pere de Rodes, la ménsula del ábside de Saint-Papoul, el tímpano y el arquitrabe de Errondo, el fuste de San Giovanni in Sugana y el capitel de Sant´Antimo; son obras atribuibles directamente al Maestro, con alguna intervención de su taller. El friso de Le Boulou estaría dentro de un grupo de piezas que podrían atribuirse al taller; tal grupo incluiría también los capiteles de Prato, las ménsulas del ábside de Villaveta y un capitel de figuras monstruosas que alberga el Museo Arqueológico de Narbona, siendo el resto de las obras atribuidas indudablemente a su taller.
Más aún, al observar las obras se nos confirman y amplían detalles de la vida del Maestro y su taller. Podemos deducir que el Maestro se rodea de discípulos en un número pequeño y que probablemente pertenezcan a la orden benedictina. Es él quién realiza la parte fundamental de la obra: encuadre, soluciones iconográficas y composición de las figuras y escenas, probablemente también las cabezas y las manos; mientras que serán los discípulos los que realicen las vestimentas, ya que se han encontrado diferentes formas de esculpir los paños: con pliegues amplios y superpuestos; como en el tímpano de Cabestany; con surcos paralelos, redondos y voluminosos; como en el sarcófago de Saint Hilaire; y con pliegues de menos a más, como en los restos de la portada desaparecida de San Pere de Rodes. Por otra parte, la dispersión de su obra se explica porque Cabestany realizaría caminos de Peregrinación. Tanto las obras de Navarra, como las italianas, se encuentran en dos vías de peregrinación: el Camino de Santiago y la vía Francígena (ruta de peregrinación desde Canterbury a Roma)