1. Introducción
La presencia de los animales es algo inherente a la vida del hombre medieval. Sin embargo, detrás de sus representaciones morfológicas se les asocia una simbología que, tomando como base las tradiciones de la Antigüedad, se configura añadiendo elementos nuevos, de naturaleza fundamentalmente cristiana, a medida que la sociedad avanza creando un conjunto de leyendas, creencias y mitos donde a la propia fisiología del animal se unen conceptos que explican su comportamiento asimilándolo al del hombre. Los animales, durante toda la Edad Media, mantienen un simbolismo moral al servicio de la iglesia, que los utilizará para la representación del bien y del mal. Se trata de seres que, apreciados por el cristiano, se encuentran al servicio de la organización social; empleándose, por ejemplo, como símbolo de la realeza. Igualmente, desde el comienzo del cristianismo, el animal ha sido muy importante para comprender la vida del cristiano, ya que se sirve de éstos para ejemplificar su vida. A través de los animales el hombre encuentra modos de comportamiento por comparación o metáfora con los mismos. El animal es una criatura divina, pero no se encuentra a la altura del hombre y es por ello que va a emplearse, asociándole un cierto simbolismo con sentido alegórico, para explicar determinados conceptos teológicos de difícil interpretación que éste debe asimilar (fig.1).
La simbología animal impregna todo el Medioevo y eso se percibe en las distintas representaciones de los mismos que aparecen en los más diversos soportes, al existir una sacralización de la representación en la Edad Media. No obstante, en la mayoría de los casos se trata de antiguas fábulas y creencias orientales retomadas por la tradición griega y de las que se apropió el cristianismo medieval para explicar sus complejos contenidos teológicos (fig. 2).
2. Simbología animal en la Antigüedad y en el Medioevo
El simbolismo de los animales ya está presente desde la Antigüedad y tuvo su mayor apogeo en Oriente, donde el mito zoológico alcanzó un amplio desarrollo que no podía más que fomentar las descripciones y representaciones de monstruos de la India, de Asiria, de Egipto y de Grecia. Las campañas militares de Alejandro Magno impulsaron ampliamente el desarrollo de la historia natural en Grecia; su tutor, Aristóteles, en su Historia Animalium, hace una descripción de los animales que va viendo en los países conquistados, corrigiendo las falsas descripciones. Hasta éste, sólo se habían realizado esporádicas especulaciones. Su discípulo Teofrasto continuó esta labor, pero fueron las fabulosas historias de Ktesias y Megasthenes, con sus descripciones de la India y Persia, las que durante amplio tiempo reclamaron la atención popular. Los romanos llevaron animales a Italia desde las provincias más remotas del Imperio, más que por interés científico, por aumentar la pompa de los triunfos militares y para su exhibición en los anfiteatros. Debido a esta relación, no es sorprendente, encontrar en la Historia Naturalis, de Plinio, una enciclopedia donde se reúnen tradiciones y supersticiones populares que tanto habrían de influir en la literatura medieval y renacentista referente al mismo tema como el Physiologus, los Bestiarios, las Etimologías de San Isidoro, el Códice de Alberto Magno, el Hortus Sanitatis, etc.
3. La Fuente: El Physiologus
El Physiologus es un compedio de opiniones y antiguas tradiciones en lo tocante a características de animales y plantas, con reflexiones morales, que sirvió como manual de instrucción zoológica y botánica. Ningún libro, salvo la Biblia, ha sido tan difundido y popular durante tantas centurias como éste. De él se hicieron traducciones al latín, árabe, armenio, sirio, anglo-sajón, español, italiano, etc., e incluso a dialectos.
La primera versión latina del Physiologus es la mencionada en el llamado Decretum Gelasianum, atribuido al papa Gelasio I, en el que aparece catalogado como Liber Physiologus, qui ab haereticis conscriptos est, et beati Ambrossii nomine signatus, apocryphus. Al morir Ambrosio en el 397, se barajó que fuera éste su autor, siendo probable que una obra que no escribió no le fuera atribuída hasta después de su muerte, suponiendo los especialistas que el Physiologus latino no fue compuesto antes de comenzar el siglo V. Las demás traducciones a lenguas europeas se hicieron a partir de esta edición latina. Cuando se tradujo el Physiologus a las lenguas vulgares de Europa, dejó de ser exclusiva posesión de teólogos y exégetas; no se limitaba sólo a las homilías, sino que llegó a ser propiedad del pueblo y pasó a ser fuente de la literatura cristiana.