Mayo 2014. Peregrinaciones Medievales
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PEREGRINACIONES MEDIEVALES
Las peregrinaciones en la Edad Media son un continuo fluir de gentes buscando la salvación o la redención, cumplir una promesa o transmitir conocimiento, y porque no decirlo, también hacer turismo, aunque no como lo entendemos hoy en día. Todos sabemos lo que es una peregrinación, se trata de un viaje a un lugar con motivos religiosos, no a un sitio cualquiera, sino a un destino donde existen reliquias o bien sucedió algo importante para el creyente. El término peregrinus significa extranjero y peregrinatio viaje largo o estancia en el extranjero, en un primer momento se designó peregrino a aquella persona cuyo destino era Santiago de Compostela, pero a partir del siglo XI, abarcó a todos los que realizaban un viaje fuera de su territorio con una motivación principalmente religiosa. Estas peregrinaciones no se limitan a los Santos Lugares cristianos: Santiago, Roma y Jerusalén; sino que los musulmanes peregrinan a La Meca o los hindúes al Ganges. Pero qué mueve a estas gentes a llevar un recorrido, a veces, largo y lleno de peligros…
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No existe un sólo prototipo de peregrino, el motivo de la peregrinación, la clase social y el lugar al que se dirigen les hace diferentes. Hasta el siglo XI, la principal motivación del peregrino era la fe, la devoción o cumplir una promesa, parecían motivos más que suficientes para emprender estas rutas. El estamento eclesiástico busca con estas peregrinaciones difundir una idea de unidad religiosa, en la que los cristianos son partícipes de ella por medio de las limosnas y de las peregrinaciones, todos eran iguales ante la Iglesia. Esta reforma eclesiástica no hubiera sido posible sin unas condiciones económicas y políticas favorables. Los periodos de guerra habían finalizado dando paso a la bonanza económica gracias al desarrollo comercial y artesanal. Las fronteras estaban aseguradas, al menos hasta el norte peninsular y el feudalismo empezaba a despuntar como sistema político. La creación de servicios para los caminos dejaba beneficios al señor del lugar, fuera eclesiástico o civil, y reducía los riesgos de los peregrinos, lo que se convirtió en un elemento propagandístico.
Pero volviendo a las peregrinaciones, decir que tienen su origen en el siglo VI con los movimientos evangelizadores, se abandonaba la tranquilidad del hogar para viajar a tierras lejanas y convertir al cristianismo a aquellos que no lo eran. Se lanzaban a los caminos movidos por la fe y el deseo de salvación. Las reliquias estaban custodiadas en monasterios y templos, que además de efectuar la labor de guardianes de los restos del santo/a de turno, se encargaban de redactar en sus scriptoria la vida y milagros del mismo. A partir del siglo XII, otra motivación fue económica, de la que más tarde hablaremos: con tráfico de reliquias y la elaboración de las vidas de los santos. Será también en el siglo XII cuando el carácter desinteresado de estos viajes se perdió, entrando en juego la difusión de las indulgencias para atraer a un mayor número de cristianos. A cambio de su participación se les prometía un indulto de los pecados o bien una rebaja en la condena que les aguardaba tras morir. Al peregrinaje motivado por la fe y la devoción, se le añade el de la promesa o el voto a cambio de algún acontecimiento, que podía variar desde la curación de un enfermo, al nacimiento de un hijo o al regreso de un pariente lejano. La persona se compromete a realizar una peregrinación al templo preciso, o bien a dar misas o visitar ciertas iglesias. En ocasiones, era el mismo enfermo el que acudía al templo, siempre y cuando pudiera moverse, por lo general el viaje que realizaba era corto así que no se desplazaba fuera del país.
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Los motivos económicos también fueron el motor de las peregrinaciones, muchos peregrinos estaban menos interesados en el perdón que en mover sus mercancías. El tráfico de reliquias, incluía el robo y la falsificación de las mismas, y el encargo para elaborar las vidas de los santos también fueron fuentes de ingresos para las comunidades religiosas. El culto por las reliquias nació en el siglo IV en la Iglesia romana, aunque en Oriente era habitual. El desmembramiento de santos y mártires propició que muchos templos tuvieran parte de sus cuerpos y que los fieles quisieran visitar las iglesias que albergaban los restos del santo o santa de su devoción o bien, que acudieran a ellos en busca de la sanación, atraídos por su poder taumatúrgico. Las reliquias se convirtieron en un objeto comercial, a pesar de las prohibiciones existentes, siendo Roma hasta el siglo XI la principal productora de éstas, gracias a las catacumbas.
Otro tipo de peregrinaciones fueron aquellas que fueron impuestas como penitencia. Este tipo de pena expiatoria apareció en el siglo VI en las regiones celtas y anglosajonas. La penitencia en época antigua era pública y no renovable, después apareció otra tarifada y renovable; a cada falta le correspondía una penitencia particular: multa económica, ayunos, limosnas y exilio, más o menos largo, que derivarán en peregrinaciones a lugares cuyas distancias dependerán de la gravedad del delito. No será hasta el siglo XI, cuando este tipo de penitencias se convertirá en privada, así las peregrinaciones penitenciales sustituirán a la penitencia pública y en el siglo XIII la flagelación durante las procesiones sucederá a la peregrinación.
Se dieron casos de peregrinos por procuración, es decir, aquel que cumplía la peregrinación por cuenta de otra persona, que era la que se había comprometido a llevarla a cabo. En un primer momento se hacía cuando el que había hecho el voto fallecía antes de haberlo realizado. El finado dejaba escrito en su testamento quién debía efectuar la peregrinación. Pero con el tiempo, esta costumbre se extendió a los vivos también, miembros de las clases altas y medianas y aquellas personas que no podían ausentarse porque no podían desatender sus negocios le encargaban a otro que hiciera la peregrinación por él. Como esta práctica se convirtió en habitual, se estableció una remuneración para estas personas, apareciendo la figura del peregrino profesional. Para evitar los abusos, se pagaba la mitad a la partida del viaje y la otra mitad a la vuelta, siempre y cuando el “peregrino” llevara un certificado de que realmente había estado en el templo o lugar al que se le hubiera mandado, dando primacía al voto y no a la persona que lo realizaba.
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Y por último, citaremos la tipología de peregrino más interesante, a mi modo de ver, junto con el de procuración, era aquella persona que realizaba estos peregrinajes no por motivos religiosos sino que viajaba en busca de aventuras o para visitar diferentes ciudades y países o por probar fortuna o simplemente porque necesitaba alejarse de su hogar; en aquella época se los denomino vagabundos, pero hoy día les llamaríamos viajeros.
Mención aparte merecen las Cruzadas. La predicación de la primera cruzada para liberar los Santos Lugares de “usurpadores” hizo que la peregrinación a Jerusalén tuviera una dosis de guerra santa, podríamos hablar de un peregrinaje armado. La cruzada tiene un sentido penitencial bastante acusado, el camino es largo y está lleno de peligros, los que a ellas acuden lo hacen para liberar los lugares en los que Jesucristo estuvo en vida y en Jerusalén se producirá la parusía y por la promesa de una vida eterna, si se moría en combate, además de la salvación de la patria y la protección de la Cristiandad. Y por primera vez, en la historia de la Iglesia, en el año 1095, se concedía una indulgencia plenaria. Comienza aquí la historia de las indulgencias y de las cruzadas y en menor medida, de las peregrinaciones y los jubileos. (1)
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¿Quiénes eran estos peregrinos? Hasta el siglo IX la mayoría de los peregrinos eran monjes. Luego peregrinarán los ricos y pobres, mercaderes o mendigos, señores y campesinos, en definitiva, hombres, mujeres e incluso niños. La Iglesia prohibió a la mujer peregrinar en el año 791 alegando que deseaban evitar que estas mujeres, una vez hubieran llegado a su destino, se quedaran allí para ejercer la prostitución, o bien lo hicieran al regreso a su casa. A pesar de todo, hay casos documentados de mujeres que se disfrazaban de hombres para poder llegar a los Santos Lugares. Cuando las clases altas o poderosas, recorrían las rutas de peregrinación, lo hacían de manera ostentosa, con un séquito que les acompañaba y les ofrecía todas las comodidades posibles. Desde el siglo XII la indumentaria del peregrino se compone de un tabardo con esclavina reforzada con cuero como protección contra el frío y el agua, un sombrero de fieltro de ala ancha para protegerse del sol y la lluvia, y calzado fuerte y cómodo.
El camino se emprendía en primavera, por delante tenían meses de bonanza climatológica. Antes de salir, se asistía a una misa propia para los viajeros para que el camino fuera bueno. Son bien conocidas las rutas y su desarrollo, los peregrinos seguían unos itinerarios ya fijados, aunque se demoraran en una población o dieran un rodeo para llegar a ella, había puntos comunes para todos, bien en hospicios, puentes o puertos de montaña. En las zonas más duras del recorrido, como son las montañosas, había gentes especializadas que les ayudaban. Durante su viaje están bajo el amparo de unas leyes específicas que fueron elaborándose desde los siglos VII y XII; éstas facilitaban el paso libre por los reinos cristianos, aseguraban el auxilio y la protección y les eximía de pagar peajes, pontazgos y otras tasas. La protección se extendía a la familia y posesiones del peregrino mientras estuviera fuera. Los viajes podían ser por tierra y por mar; los primeros solían hacerse en mula, burro o a caballo, si el voto comprometía a realizar el viaje a pie, lo normal era que se saliera de casa a pie, recorriendo cierta distancia para luego continuar sobre su montura, y antes de la llegada a su destino, se apeaba de la cabalgadura y hacía el recorrido a pie. En los viajes marítimos, los peregrinos recibían alimentos salvo en las escalas. Eran transportados en las galeras, ya que era el único espacio que podía acoger a varios centenares de pasajeros aunque a veces iban hacinados en su interior.
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Las peregrinaciones acarrean una importante infraestructura ligada a las etapas terrestres, los caminos han de estar bien, los puentes y pasos deben estar en buenas condiciones, los descansos se hacían en un principio en monasterios, que estaban obligados a ofrecer su hospitalidad y a veces, en algunas casas particulares. Pero desde el siglo XI empezaron a construirse establecimientos especializados para el alojamiento y hospitales para los peregrinos, que se dividían en dos salas grandes, una de ellas albergaría a mujeres y la otra a los hombres, durante una noche, excepto en caso de enfermedad; y allí recibían gratis la cena. Además se desarrolló una red de hospitales remunerados, que recibieron el nombre de albergue.
Una vez que habían llegado a su destino el peregrino debía pasar una noche en el interior de la iglesia para cumplir con su voto: podía permanecer allí para escuchar la novena o bien para esperar la curación, por lo tanto, la estancia era breve o ilimitada. Estos templos estaban abiertos siempre, debido a la afluencia de peregrinos que recibían, en su visita dejaban su ofrenda y se acercaban a la tumba, sepulcro o relicario para tocarlo, era costumbre frotar un trozo de tela o una medalla para que le sirviera como amuleto a su portador. Finalmente el viajero regresaba a su hogar, a retomar sus quehaceres, a veces ingresaba en una cofradía que formaban las personas de la localidad que habían realizado la misma peregrinación. En otras ocasiones, no tardaba en poner rumbo a otro lugar santo.
Las tres grandes rutas de peregrinación llevaban a Roma, Jerusalén y Santiago de Compostela, por lo que los viajeros recibían el nombre de: romeros, palmero y peregrinos, respectivamente. Pero hubo otros centros que atrajeron a los caminantes por sus reliquias o por el poder curativo de las mismas: San Salvador en Oviedo, Santo Toribio de Liébana en España; Canterbury y Walsihgham en Inglaterra; Aquisgrán y Colonia en Alemania; Aardenburg y Maastricht en Bélgica; Bari, Venecia, Milán y Asís en Italia y varias ciudades francesas como Tours, Conques Le Puy, Mont Saint Michel, Rocamadour,…
Vanessa Montesinos Muñoz
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(1)JUBILEO: tiene su origen en el jubileo hebreo, en la Iglesia católica en el Año Jubilar o Año Santo se conceden indulgencias plenarias a los fieles que cumplen determinadas condiciones, tiene lugar cada veinticinco años.
BIBLIOGRAFÍA:
• GARCÍA de CORTÁZAR y RUÍZ de AGUIRRE, José Ángel: El hombre medieval como “Homo Viator”: peregrinos y viajeros. “IV Semana de Estudios Medievales: Nájera, 2 al 6 de agosto de 1993”. Instituto de Estudios Riojanos. Logroño, 1994. pp. 11-30.
• MARTÍNEZ GARCÍA, Luis: El albergue de los Viajeros: del hospedaje monástico a la posada urbana. “IV Semana de Estudios Medievales: Nájera, 2 al 6 de agosto de 1993”. Instituto de Estudios Riojanos. Logroño, 1994. pp. 71-87.
• RUBIO TOVAR, Joaquín: La Peregrinación como encuentro. “Liébana y letras”. Universidad de Cantabria. Santander, 2008. pp. 67-82.
• RUCQUOI, Adeline: Peregrinos medievales. “Tiempo de historia”. Año VII, n. 75. Madrid, 1981. pp 82-99.
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