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SOCIEDAD
Homo romanico y su circunstancia

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La Naturaleza

Homo Románicus y su circunstancia. SOCIEDAD

La naturaleza

El hombre de la Europa medieval estaba instalado en la naturaleza, pero la relación entre ambos no era, precisamente, idílica, y, aunque se produjeron actuaciones ocasionales para reparar el daño, en realidad, el homo románico nunca tuvo conciencia de la precariedad de los recursos naturales. Dependía de la naturaleza y se encontraba inerme ante ella, los desastres climáticos se traducían en malas cosechas, hambre y muerte, como ocurrió en 1.033, en que se llegó a temer por la desaparición del género humano y que nos narró Raúl Glaber: …lluvias incesantes habían empapado el suelo tan completamente que en el espacio de tres años no se abrió un surco que no se pudiera sembrar…”

El medio físico ejercía un peso abrumador. Frente al frío el fuego de la leña de los bosques, quizás el carbón, que arrojaba por las chimeneas la mayor parte del calor y que provocaba incendios cotidianos, y el abrigo, ropas gruesas y pieles abundantes en lo posible. Frente al calor, el frescor de la iglesia ó del castillo.

También con la noche la naturaleza actuaba sobre el hombre. La noche era un tiempo de inmovilidad; quizás aprovechado para rezos, para competir con deslealtad o para andar ocasionalmente de jarana, pero en general, de inactividad. “Tiempo muerto” en palabras de Julio Valdeón.

El ritmo de la vida

Homo románico estaba absolutamente programado.
Los primeros condicionantes de su cotidianeidad eran el orto y el ocaso solares. A partir de aquí era organizado por la Iglesia, que en el día a día hacía sonar sus campanas cada tres horas y que le recordaba las tareas mensuales con los mensarios pintados o esculpidos en las iglesias.


La vivienda y el mobiliario rural

La casa campesina desempeñaba diversas funciones, era refugio frente a las inclemencias y el ámbito de residencia de la familia y allegados, pero era también un centro de actividades productivas, era granero y establo y tenía una chimenea. Había un único espacio de habitabilidad, una gran sala en la que se trabajaba, se cocinaba, se comía y se dormía, sala que posteriormente se compartimentó.

En cuanto al mobiliario, la situación del campesino seguía siendo la de escasez, dando las casas la sensación de vacío. Sólo lo imprescindible para comer y dormir: cama, mueble preponderante de gran tamaño para dar cabida a diversas personas, al grupo, a veces desmontable para convertirla en banco y a veces adoselada, con colchones rellenos de pajas ó de plumas y con ropa de sarga en el caso más pobre ó de lino en el más rico, mesa, bancos ó asientos con cojines y arcas para guardar desde los vestidos hasta los utensilios.


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Los alimentos
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Nuestro homo románico tomaba pan y vino. Un pan hecho de mijo y avena, cocidos en una olla con agua o leche a los que se añadía sal. Una hogaza.

Al pan se le añadían una gama variada de alimentos llamados “companagium” formada por carne generalmente de cerdo, pescado según zona, hortalizas, verduras, legumbres y frutas y, huevos, claro.

Los pastores se mantenían con leche y productos lácteos, pero también con “ollas podridas” o sus equivalentes.

La dieta monástica era sobria y con abstinencia de carne, a la que se consideraba fuente de concupiscencia. Su principal alimento eran los vegetales, a los que se consideraba símbolo de pureza.

Hay que decir que en la ciudad y en la corte las cosas cambiaban.


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La caza

La clase “bellatori” tenía tres ocupaciones que consumían su tiempo: La caza, el amor y la guerra, y dentro de la caza el nivel más alto era “la cetrería” a la que Carlomagno calificó de “auxiliar obligado de la política”.

Para los bellatori la caza era arte, ciencia, pasión y pasatiempo, pero no era así para las clases menos favorecidas, los laboratori, que cazaban por necesidad en las tierras del señor por lo cual eran severamente castigados.

La cetrería, como las demás artes de la caza, era practicada con gran variedad de instrumentos, en este caso de rapaces, y era practicada con prodigalidad en función del tiempo disponible y de las condiciones climáticas.

En un contexto de ausencia de pólvora y de presencia de osos, p.e., hasta en las sierras murcianas puede comprenderse su importancia.

Fiestas

Según Caro Baroja, para comprender la sociedad medieval católica hay que ver la conexión entre el ritmo de trabajo, los quehaceres y las fiestas y su orden, que en última instancia establecía la Iglesia.

Había tres clases de fiestas: La religiosas, las civiles impuestas por reyes y emperadores y las ferias para provecho común de los hombres.
Entre éstas últimas destacaba el carnaval en la que el pueblo penetraba en el reino utópico de la universalidad, de la libertad, de la igualdad y de la abundancia.

Mientras que en el carnaval se sacaba al pueblo del orden existente, en las fiestas oficiales lo consagraban, lo sancionaban y lo fortalecían.


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Juegos

El hombre medieval era un gran aficionado al juego en el que el azar, la aventura y el riesgo rompían la monotonía de de la vida cotidiana y le daban la posibilidad de enriquecerse de la noche a la mañana. El juego era, además, antes que nada, una actividad libre.

Los juegos al aire libre más practicados eran:

La pelota, en sus versiones a lo largo, al rebote y al trinquete.
La equitación, carreras de caballo en las que se evidenciaba la jerarquización social,
Los dardos, y
Las ballestas.

En cuanto a juegos de mesa:

Las cartas (vicio castigado)
Los dados que era el más perseguido y el más arraigado, llegándose a jugar en iglesias y cementerios
La gresca, el juego de tablas, las rifas y las tabas,
Y también, el ajedrez.



Espectáculos

Procesiones
Castigos y ejecuciones públicas
Torneos
Desafíos nobiliarios
Demostraciones de grandeza (Entradas y salidas de reyes, obispos…etc)
Inicios del teatro
Música y
Juglares

Existían dos tipos de juglares:
Los juglares malos, toda suerte de gentuza y miseria, mendigos, delincuentes, incultos, zafios y groseros que ejercían contorsiones, cantos, música, trileros…etc en su recorrido por las calles de las ciudades para recoger monedas.
Y juglares buenos pagados mensualmente con retribuciones fijas que ejercían su tarea en la corte, ó bien viajaban de corte a corte o permanecían estables en una de ellas.

Los juglares formaban una clase social al margen de la jerarquía medieval, pululaban por doquier, eran bien recibidos, entusiasmaban y eran imprescindibles en bodas y bautizos.

En el arte románico existen abundante representaciones de los juglares tanto en la escultura como en la pintura y hasta en las miniaturas, con especial referencia a las pilas bautismales.


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Sexo

El sexo extraconyugal era castigado, penalizando más a las mujeres que a los hombres y era practicado más por los casados que por los solteros.

Todo el mundo practicaba el sexo fuera del matrimonio.

Amantes y concubinas regi@s existían en todas partes y alguna de ellas terminó en reina.


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La ciudad

La ciudad es el reflejo de la gente que la ha fundado o que habita en ella. En la medida en que la cultura medieval es contraria a una normativa civil, la ciudad medieval no se ajusta a directrices urbanísticas prefijadas, y, por tanto, las ciudades son variadas.

La ciudad clásica entra en barrena y casi desaparece. Roma, que había llegado a tener 1.000.000 de habitantes, baja a 30.000 en los momentos finales. La población ha emigrado al campo, se ha ruralizado y es desde el campo que los grandes terratenientes seguirán ejerciendo su poder y disfrutando de sus esclavos durante varios siglos.

En este interregno las ciudades, que en general han seguido procesos parecidos, son ocupadas por bárbaros que reutilizan sus edificaciones sin agregar mayor valor.

Y también es un centro de actuación de la Iglesia que con sus iglesias y monasterios congrega poblaciones y revitaliza las ciudades.

La actuación de los godos sobre las ciudades tampoco es importante, reutilizan edificios y en sus postrimerías fundan ciudades nuevas como la de Recópolis, próxima a Zorita de los Canes en Guadalajara, que llegó a tener 20.000habitantes.

La ciudad medieval surge por las necesidades mercantiles y fabriles que conforman una burguesía desruralizada con su territorio, sus leyes y sus privilegios.

A partir de finales del siglo X junto a castillos, fortalezas, recintos religiosos y poblaciones venidas a menos se comienzan a generar caseríos que, poco a poco, van concentrando a unos habitantes ajenos al espacio rural y a las actividades militares y que se dedican al comercio y a la artesanía. Son los primeros burgueses.

En el siglo XI se produce un movimiento migratorio del campo a la ciudad en la búsqueda de un futuro en libertad.

Procede, quizás, resaltar en este punto y al margen, sólo por su importancia específica, la importante creación de ciudades en el mar báltico a partir de los puertos pesqueros, ya producida en los siglos anteriores.

Volviendo a nuestras ciudades, las mismas tenían los siguientes componentes:

Calles: como las islámicas, de trazado irregular, no pavimentadas, estrechas y de trazado espontáneo, algunas meros callejones sin salida.
Territorio ocupado: eran ciudades pequeñas, abarcables andando.
Plazas: Al menos había una plaza, generalmente con soportales, que era la plaza del mercado, de forma variable. Podía existir otra plaza, e incluso varias, en estos casos siempre en torno a las iglesias.
Puentes: Podían llegar a ser el origen y motor de la ciudad. Tenían una gran fuerza congregadora llegando incluso en ocasiones a modificar la estructura de la ciudad si se les cambiaba de sitio ó se hacía un puente nuevo.
Murallas, y
Monumentos emblemáticos residenciales ó funcionales.


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La economía (Diana Word: El pensamiento económico medieval. Ed. Crítica)

“La Iglesia estaba presente en todos los aspectos de la vida medieval…En las ciudades y los pueblos, las ferias y los mercados, la Iglesia controlaba el ritmo de vida…Sin embargo, abarcaba de un modo más personal y directo la vida económica de los cristianos. El papa, como cabeza de la cristiandad, era el juez universal de la humanidad. Por eso todos estaban sujetos a la ley de la Iglesia, el derecho canónico, y a la jurisdicción de las cortes eclesiásticas. El alcance legal de las “cortes cristianas” era enorme e incluía la mayoría de las cuestiones económicas. La Iglesia tenía jurisdicción sobre todas las cuestiones que involucrasen al clero, incluso aquellos de las órdenes más pequeñas. Juzgaba todos los casos que requerían de juramento, es decir, los problemas matrimoniales y de testamentos, ligados inevitablemente con la propiedad, y todo un grupo de otros asuntos como los contratos comerciales…La Iglesia era el mayor propietario de Europa y gran parte de sus tierras estaban en manos de obispos y abades….Los monjes tenían que involucrarse en los asuntos de las ciudades y de los mercados por medio de su poder sobre los municipios, y en el campo los curas parroquiales participaban en la economía local al disponer del diezmo, a menudo pagado en especie, o del producto de la tierra cultivada por sus siervos. Tanto los monasterios como las parroquias eran especialmente responsables del cuidado de los pobres y desfavorecidos y también de la distribución de la caridad….Como se pensaba que los asuntos materiales eran de tan poca importancia, la Iglesia supuso un freno firme al desarrollo económico. Desalentaba de modo activo a aquellos que querían mejorar su situación porque las ambiciones sociales eran un pecado….Los únicos motivos por los que se justificaba el trabajo par ganar más que la mera subsistencia eran la realización de obras pía, proveerse de modo razonable para futuras emergencias o mantener la descendencia….La sociedad terrenal formaba parte de un plan divino…..Pero por encima de todo se aplicaba una actitud de “tolerancia cero” a los beneficios obtenidos por medio del interés sobre los préstamos."

Taller de La Losa

(Basado en diversos autores y textos de la Biblioteca del Círculo románico.)




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