El románico no deja de sorprender jamás. Cuando menos lo esperamos, descubrimos un nuevo detalle plástico en una imagen que nos vuelve a hacer pensar. Y, entonces, nos replanteamos, una vez más, las ideas que teníamos sobre un determinado conjunto escultórico. En alguna ocasión, nuestros ojos se quedan atónitos al descubrir que la mirada nos ha llevado a ver un error que es inconcebible en hombres tan bien preparados intelectualmente como eran los teólogos redactores de los diferentes programas iconográficos del románico. Pero, todavía sorprende más encontrar errores en lugares paradigmáticos como es el caso del interior del claustro del monasterio de Santo Domingo de Silos. ¿Cómo es posible que, en dos de sus magníficos relieves, el conocido como de Pentecostés y el de la Duda de Santo Tomás, se olvidasen de poner el nombre de Santiago el Mayor, el Zebedeo, el hermano de San Juan Evangelista?
No sólo eso. Se identifican a dos apóstoles con dos antropónimos que hacen referencia al otro Santiago, al Menor. En sus aureolas o nimbos alguien labró estas dos inscripciones: Iacobus frater Domini, Iacobi Minoris. De forma inconcebible, en el claustro de Santo Domingo de Silos, el que esculpió los nombres de los doce apóstoles que acompañan a Jesús, se olvidó del nombre de Santiago el Mayor e identificó dos esculturas con dos nombres que le corresponden al otro Santiago, al Menor. Con esto, no sólo se descuidó del antropónimo del patrón de España, sino que omitió el nombre del santo cuyo camino de peregrinación, desde Soria, pasaba precisamente por este mismo monasterio. Y, esto era una evidencia. Por eso, en otro relieve, el conocido como el de los discípulos en el camino de Emaús, se connota a Jesús con la concha o venera de peregrino del camino de Santiago.
¿Cómo nadie vio este error? ¿Por qué no se borró una de las inscripciones y se sustituyó por la que faltaba? ¿Es verdad que nadie se dio cuenta de este error cuando leyeron los nombres, pues sus monjes lo hacían cada día, cuando caminaban por el interior del claustro? Lo más sorprendente: ¿por qué, nunca, nadie con autoridad en la comunidad monástica se tomó la molestia en corregirlo o, por lo menos, hizo que se corrigiera? Queda una pregunta: ¿este error se realizó de manera intencionada?
Por detalles plásticos como los descritos, la interpretación del románico no está terminada. Estas evidencias permiten que se continúe viendo como una ciencia nueva en la que sus piedras nos indican que las imágenes se pueden volver a leer, una vez más, con ojos nuevos. Desde hace ya unos cuantos años, a esta noble tarea, nos dedicamos en Círculo Románico. Gracias por seguir caminando a nuestro lado.