I. INTRODUCCIÓN. HACIA UN CONCEPTO DE LO PROFANO
Lo profano se define como “aquello que no es sagrado ni sirve a usos sagrados”, sin embargo, en la cultura medieval resulta excesivamente complejo independizar mundo profano y religioso, así como el conocimiento específico de la función que desempeñan las imágenes desacralizadas, dentro de contextos estrictamente eclesiásticos.
Mircea Eliade escribió que la primera definición que puede formularse sobre lo sagrado es la de su clara oposición con lo profano, algo que, de entrada, no deja margen para la duda, pero que no siempre se cumple como si de una ciencia exacta se tratase. En el caso particular del mundo medieval, al menos en lo que a motivos de tipo figurativo localizados en los templos se refiere, tanto en sus espacios internos como externos, resulta en cierto grado inverosímil dado que la religión se manifiesta por encima de cualquier otra actividad humana, hasta casi finales del medievo; como así lo confirman J.M. Nieto Soria e I. Sanz Sancho. Sin embargo dicha afirmación debe de ser matizada, dado que la religión no es el único elemento preponderante de la vida social del hombre de la Edad Media, aunque sí puede ser considerada como fuente reguladora de todas las demás acciones existenciales.
Una vez realizada esta primera consideración, en base a la citada teoría de M. Eliade, se parte de la dificultad de definir con exactitud el término profano. Según la R.A.E. profano es aquello “que no es sagrado ni sirve a usos sagrados”, pero para el templo románico -además de otros muchos matices- habría de considerarse profano únicamente aquellas representaciones que iconográficamente no sean identificadas, en un primer momento, con temas religiosos aunque a posteriori pueda variar su significado.
A grandes rasgos se pueden dividir los temas profanos del románico, aún sabiendo de la imprecisión de los mismos, en tres grandes conjuntos: fitomorfos, zoomorfos y antropomorfos. El simbolismo implícito de los primeros quedó suficientemente demostrado con el estudio que desarrolló Quiñones Costa sobre el valor de la decoración vegetal en el Arte de la Alta Edad Media.
Las imágenes seleccionadas para poder elaborar esta aproximación, forman parte de los diferentes componentes que se integran dentro de las estructuras arquitectónicas de los templos, como son capiteles, canecillos, arquivoltas, claves, enjutas, y también ménsulas, estatuas-nervadura, además de otros componentes independientes o que, en la actualidad, aparecen descontextualizados. Hay que tener presente el grado de relevancia de los mismos, y valorar su localización, contenido, calidad técnica, volumen que ocupan en los espacios, etc.