LA TRISTEZA DE SAN SIMÓN
por Mati Novas |
Ensenada de San Simón, ría de Vigo
En la ría de Vigo, si nos vamos un poco hacia el interior, algo más lejos del puente de Rande, nos encontramos con la ensenada de San Simón donde tuvo lugar la famosa batalla naval entre las tropas anglo-holandesas, y las franco-españolas que defendían los galeones que cargados de riquezas provenían de las Indias. Era la llamada Flota de la Plata, que el 22 de Noviembre de 1702, sucumbió y fondeó varios barcos cuyos tesoros hicieron a Julio Verne la invitación a pasearse por la ría de Vigo en su periplo de dos mil leguas de viaje submarino.
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En medio de esta ensenada hay dos islitas unidas por un puente de tres arcos. La más pequeña se llama San Antón, y la que es un poco mayor San Simón.
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En ellas hubo vida religiosa desde el siglo X, pues estas islas pertenecían a los monjes benedictinos de San Juan de Poyo por donación de la reina Doña Urraca en documentos del año 1225.
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Hacia el año 1517, los franciscanos se establecieron en la isla por aforamiento de los monjes antes citados, fundando en ellas la casa matriz de la Custodia de los Pascualinos, hecho que hace fray Juan Pascual, fundador franciscano de la Orden en Vigo hacia 1572. Se podía ganar en la iglesia de estas islas, el jubileo de la Porciúncula, por lo cual había gente que hasta aquí venía en romería
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Más tarde se extingue la Custodia en la Congregación General del año 1583 en Toledo, volviendo las islas a manos de sus verdaderos dueños, los monjes negros, que a causa de la peste en 1596, se refugian en ellas, encontrándose tan a gusto allí que intentaron la fundación de un monasterio de Recolección independiente del de San Juan de Poyo. Tratándose esto en el Capítulo General de 1589, no hubo acuerdo por lo que los benedictinos tuvieron que volver a Poyo, quedando deshabitada nuevamente la isla hasta que en 1602 volvieron los franciscanos con permiso de los monjes, pero los repetidos ataques de los piratas entre ellos Drake, y la batalla de Rande que tuvo aquí lugar en el contexto de la Guerra de Sucesión, trajeron consecuencias nefastas para los frailes y el Convento de San Simón, de tal manera que la Orden se retiro de la isla en 1724.
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Años más tarde, el Estado aprueba un proyecto de construcción de un lazareto marítimo en esta isla que estará en actividad desde 1842 hasta 1927, acogiendo a millares de enfermos o sospechosos de enfermedad infecto-contagiosas donde pasan la cuarentena la tripulación y pasajeros para evitar problemas en tierra. Este nuevo destino para la Isla de San Simón será un factor decisivo de crecimiento para el puerto de Vigo y su ciudad, convirtiéndose en un espacio donde se encuentran la humanidad y la desgracia con las repatriaciones llevadas a cabo después de la derrota en las guerras coloniales de Cuba y Filipinas, en 1898.
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La guerra civil se encargará de escribir una de las páginas más tristes en la historia de estas islas. En 1936, pasa a ser cárcel de presos políticos, la mayor parte en situación preventiva, procedentes de todo el Estado Español, llegando a contar con seis mil personas entre los años 36 al 43.
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En la isla más pequeña de San Antón, llamada también la “isla sucia” confinarían a los más enfermos y desahuciados, siendo en ésta donde se haya el paredón de fusilamiento, mientras en la mayor de San Simón, vivirían los jefes quienes estaban a cargo el presidio así como el cura, y también los reclusos que gozaban de mejor salud.
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Una casa de dos pisos servía de dormitorio. En el suelo cada uno disponía de un espacio de 38 cms para acostarse de costado, de manera que al darse uno la vuelta la daban los demás evitando así echarse unos sobre otros. Esta isla “limpia” llegó a albergar más de dos mil presos en condiciones lamentables, sin más ropa que la puesta y con escasez de comida y de tan mala calidad que les obliga a cazar ratas y otros animalejos para su alimentación, con lo que se desencadena el cólera que se cobra numerosas vidas. Poco les importaba a los carceleros que con frecuencia cargaban barcazas de reclusos para llevarlos a los montes de las poblaciones cercanas, Vigo, Vilaboa, etc. para ser fusilados. Son presos sin juzgar por lo tanto más vulnerables y menos propicios a echar en falta. En la islita pequeña, como antes dije, está el paredón que servía de “matadero”.
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Todavía en el puente que une ambas islas se ven los postes donde estaban dos portones de hierro para incomunicar una isla con otra, Quien lograba cruzarlos salía siempre con los pies por delante. También tenían ocho garitas de vigilancia para controlar las posibles fugas de los que intentaran escapar, y los muertos eran enterrados en fosas comunes en el cementerio de Pereiró en Vigo.
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En la toma de Teruel por los republicanos, los presos construyen un paseo empedrado alrededor de la isla que aún hoy conserva el nombre,
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así como la preciosa avenida de los “buxos” (boj).
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Después de penal en San Simón se adecentan las instalaciones y se transforma en albergue nacional, donde pasan las vacaciones veraniegas la guardia de Franco, un caso luctuoso ocurrido en Agosto de 1950, con el vuelco de una lancha llamada “Monchiña” en la que perdieron la vida 43 miembros de esta organización, determina la clausura definitiva del albergue, y la isla queda desierta.
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El último uso que tuvo la isla fue en 1955, cuándo se constituye en San Simón el hogar Méndez Nuñez, dirigido a servir de centro escolar a niños huérfanos de marineros o familias muy pobres, donde aprendían lo más básico de la enseñanza hasta el año 1963 en que se cierra y queda la isla en el abandono y ruina.
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A partir de 1977, la Xunta de Galicia inicia un proceso de reconocimiento de la historia de este lugar, con su declaración de bien de Interés Cultural. La rehabilitación de las islas lleva más de ocho años, constituyendo en la actualidad un valor patrimonial y ambiental, especialmente ligado a la “memoria histórica”. Un arquitecto de Vigo, Cesar Portela, se encarga de la restauración de los edificios, y, personal adecuado del tema forestal.
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El resultado es una isla preciosa, dedicada a visitas gratuitas y guiadas, por ahora, que tienen gran afluencia de público de todas las edades, incluso gente en sillas de ruedas, ávidas de conocer lo que siempre era un “mito” cuándo lo veíamos desde la carretera que va a Pontevedra.
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Y no obstante San Antón y San Simón, el Lazareto, como se le llamó y llama, guarda muchos secretos que jamás serán desvelados, pues la documentación se perdió o se quemó, pero ello no es motivo para el olvido de lo allí sucedido a lo largo de los años, pues las piedras, entre el rumor del mar y los últimos rayos del sol dorado de la tarde, se vuelven tristes.
mati
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