"El mercado medieval, como el que Pedro el Católico concedió a la ciudad de Balaguer en el 1211, se convirtió en el catalizador de una sociedad dinámica, de contactos e intercambios. A través de él, llegan productos, dinero y noticias de tierras lejanas, que se mezclan con todo lo que procede del entorno más inmediato, generando una mezcla que enlaza una región de dimensiones proporcionales a la pujanza del núcleo urbano. La vivacidad facilitará el desarrollo de unos valores de identidad urbana y de teoría económica, mientras que la necesaria regularización canaliza los indicadores jurisdiccionales y el equilibrio entre poderes"