San Román de Toledo
Al caminar por las angostas calles de la ciudad de Toledo, es posible respirar todavía el mágico sustrato que ha dejado presente el rastro histórico de las tres religiones del libro, como también se hace evidente en las legendarias poblaciones ribereñas del Mare Nostrum y otras, que tras la pérdida de su identidad racial con el paso del tiempo, suelen escasear conforme avanzamos tierra adentro. Su arquitectura, así como la dispersa escultura de algunos templos o los esquemas de palacios y puertas de la muralla, conforman las características esenciales del arte desarrollado en la antigua capital del reino visigodo, que continuará su imparable evolución desde el s. VII, hasta varios cientos de años más tarde, al amparo de ese crisol que impregna su estilo incontestable. Las tres sociedades descritas (judíos, musulmanes y cristianos) recrearán los avatares de su forzada -a veces- convivencia colectiva en esta mágica ciudad y como consecuencia directa de estas influencias, será especialmente el arte mozárabe el que va a tener de nuevo su momento álgido, después que Alfonso VI reconquiste Toledo en 1085. Se trata de una importante victoria militar que pretende recuperar los derechos dinásticos del reino visigodo, que desde sus orígenes se atribuyen en herencia los reyes de León.
(Para leer más: click aquí )