Cada región de nuestra península tiene su marchamo, su carácter, flota en el aire repartido entre el paisaje, el paisanaje y los frutos de ambos. Turégano (Sg) no solo no es una excepción, sino que refuerza la idea. Turégano es Castilla, su belleza, su nobleza, su ruralismo, la sencillez de las gentes, su bonhomía y la alta calidad de sus hechos y productos, todo ello acompañado de un duro clima en un vergel de arroyos. Y, por tanto, también es historia, una historia de supervivencia y de sosiego que queda reflejada en su arquitectura y en sus monumentos.
En estos días Turégano tiene un motivo más para enorgullecerse y para atraer. Excepcionalmente, en su iglesia románica actualmente advocada a Santiago el Mayor, se han descubierto y restaurado unas sorprendentes esculturas absidiales que hablan de una historia particular, de una historia oculta, propia. Son unas esculturas en las que intervino más de un maestro y en las que se mezclan características propias del románico segoviano con conceptos lejanos, quizás aragoneses. No sería la primera vez en que tal mezcla se produjese por esos lares.
Y cuando las visitas te encuentras con los Pedro Manrique, padre e hijo mano a mano, de tal palo tal astilla, cuya generosidad te permite escuchar y escuchar bien, porque lo que Pedro Manrique Canto , el hijo, te dice, está dicho con generosidad, con honestidad e imparcialidad, sin juego sucio, y especialmente está dicho con orgullo y con amor porque Pedro Manrique hijo te enseña humildemente, como si no fuese Jefe de Laboratorio en Madrid en el que practica su profesión de Bioquímica y Biología Molecular, cuyas Licenciaturas obtuvo en la UAM, el hallazgo de su vida, y es que Pedro, nacido con la libertad, es el descubridor de estas esculturas. Algo para lo que, como veremos a continuación, hace falta algo más que suerte.
Hoy, cuando el tren de Alta Velocidad y la electrónica eliminan barreras, hemos podido obtener de Pedro la narración de su experiencia, como sigue: