La Anunciación - Encarnación
Análisis teológico de sus manifestaciones en el románico peninsular. |
Estíbaliz (Álava)
Huesca. San Pedro el Viejo
Transliteración
El relato bíblico de La Anunciación:
“26 Al sexto mes envió Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, 27 a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. 28 Y, entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» 29 Ella se conturbó por estas palabras y se preguntaba qué significaría aquel saludo. 30 El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; 31 vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. 32 Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; 33 reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.» 34 María respondió al ángel: « ¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» 35 El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios. 36 Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez y este es ya el sexto mes de la que se decía que era estéril, 37 porque no hay nada imposible para Dios.» 38 Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel, dejándola, se fue.”
(Lucas I, 26-38)
La Anunciación, o el anuncio del ángel a María, no deja de ser más que un acto de comunicación divino. El ángel Gabriel es enviado a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, para dar una noticia a una virgen: será la madre del Hijo de Dios. Teológicamente, la Virgen María se convertirá, por la gracia del Espíritu Santo, en la Madre del Verbo. María responde afirmativamente y de forma consciente. En definitiva, el “Sí” de María permite la Encarnación de Dios que sucede en ese mismo momento.
El momento teológico de la Anunciación se corresponde con el de la Encarnación. El Verbo de Dios se hizo carne cuando la Virgen María aceptó su destino salvífico. Dios asume en el seno de una virgen la naturaleza humana. El Hijo de Dios, la segunda persona de la Trinidad, participa así de una doble naturaleza: la divina y la humana.
En la liturgia, la Anunciación-Encarnación del Hijo de Dios tiene connotación de fiesta y se celebra, tradicionalmente, el 25 de marzo, nueve meses justos antes del día de Navidad o nacimiento de Cristo, el 25 de diciembre. El texto del evangelio de San Lucas, recibe el apoyo teológico en el prólogo del evangelio de San Juan Evangelista:
“Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.”
(Juan I, 14)
En un contexto claramente mesiánico, la concepción de Jesús es un acontecimiento salvífico nuevo que abre las puertas de la esperanza, ya que Dios se encarna utilizando la pedagogía de un símbolo imposible, una mujer virgen que no conoce varón. Para Dios nada es imposible, nos viene a significar teológicamente la unión de estos dos acontecimientos salvíficos: la Anunciación y la Encarnación. María acoge la palabra de Dios y se produce la Encarnación del Hijo, por obra y gracia del Espíritu Santo, la tercera persona de la Trinidad. El Dios uno y trino participa de forma activa en este doble acontecimiento salvífico.
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Desde el punto de vista de la iconografía románica, la representación plástica de esta escena cuenta con la presencia activa de dos personajes: el ángel Gabriel y la Virgen María tal y como se esculpió, por ejemplo, en un capitel historiado del claustro de San Cugat del Vallés, Barcelona.
En San Cugat del Vallés, San Gabriel fue representado iconográficamente señalando a la Virgen María con la mano derecha y sosteniendo una filacteria en su mano izquierda en señal de anuncio de la profecía mesiánica cumplida. La Virgen María acepta la voluntad de Dios, el mensaje anunciado por el ángel, expresándolo con un gesto, el de su mano derecha con la palma abierta.
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Sin embargo, esta iconografía del anuncio salvífico, en la plástica románica también se enriquece con otros matices teológicos:
En Saint Pierre de Moissac, Francia, se representa a San Gabriel en actitud de bendecir con su mano derecha y con un lirio en su mano izquierda. El ángel porta un lirio como señal de la virginidad de María. En la Edad Media, el símbolo del lirio pasa a significar de forma clara y unívoca la virginidad de María. Tanto esto es así que será San Bernardo de Claraval el que llegará definiendo a la Virgen María como “lirio de castidad inviolada”. Además, era tan fuerte esta asociación de ideas, lirio –virginidad de María, que la tradición cristiana difundió la idea de que, en su origen, los lirios eran flores de color amarillo hasta que la Virgen María se inclino para recoger uno de ellos, momento en el que éste mudó su color al blanco. No sólo eso, sino que, en esa misma tradición cristiana, se sostenía que, después de su Asunción al Cielo, la tumba de la Virgen María se llenó de lirios.
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Pero si, en Moissac, lo que porta el ángel Gabriel en su mano izquierda es la flor de un lirio en señal de la virginidad de María, en otras iconografías románicas lleva diferentes objetos, variando así la perspectiva teológica del símbolo.
En San Juan de Ortega, Burgos, mientras el ángel Gabriel bendice a la Virgen María con su mano derecha, con la izquierda le presenta el símbolo de la cruz. Ahora, la perspectiva teológica ha variado, se ha hecho cristológica. La Virgen es el medio necesario para cumplir el plan salvífico y redentor de Dios que pasa por la muerte del Hijo. Con este símbolo, se está indicando que la Encarnación de la Segunda persona de la Santísima Trinidad tiene un marco temporal que va desde el momento de La Anunciación-Encarnación hasta el momento de la muerte redentora en la cruz. Teológicamente hablando, la Encarnación prepara la cruz. Pero es que, además, la Virgen María acompaña a sus hijo, Cristo, al pie de la cruz, no lo abandona jamás. Está con él desde el día en que lo engendra hasta el día de su muerte.
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Siguiendo el relato bíblico del evangelio de San Lucas, María comprendió el mensaje del ángel. Por eso, algunos teólogos redactores de programas iconográficos entendieron siglos más tarde que María había hecho realidad el gran concepto teológico del Prólogo del evangelio de San Juan: “Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”. Y creyeron que, como ocurre en el templo de San Vicente, en Ávila, no era indecoroso representar plásticamente a la Virgen María, mujer analfabeta ella, con un libro en su mano izquierda mientras que con su derecha aceptaba la proposición del ángel Gabriel.
La Virgen María fue interpretada, en esta magnífica portada de San Vicente de Ávila, a través del símbolo teológico del evangelio de San Juan, ya que ella fue la que permitió que la palabra se hiciera carne y habitara entre los hombres. La Virgen María entendió que la Palabra de Dios era su Hagia Sophia, su Divina Sabiduría.
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Sin embargo, nada de esto se hubiese producido sin la intervención del Espíritu Santo, la tercera persona de la Trinidad. Por eso, en algunas representaciones plásticas románicas de La Anunciación-Encarnación, se hace patente y se visualiza la presencia de la paloma, el símbolo del Espíritu Santo. Y no sólo eso, sino que en estas anunciaciones, como sucede en el capitel historiado del claustro la de Santa María de l’Estany, Barcelona, la presencia del símbolo del Espíritu Santo permite una lectura teológica de la escena que se representó, es decir, una interpretación que va más allá de la literalidad del propio relato bíblico.
Tanto para ejecutar escultóricamente como para interpretar correctamente la escena de este capitel historiado, se tiene que conocer el pensamiento de San Agustín. Es una evidencia que el monasterio de Santa María de l’Estany perteneció a los canónigos de San Agustín. En el año 1080, una comunidad de canónigos de San Agustín fue enviada por el obispo de Vic a Santa María de l’Estany. Por lo tanto, su claustro fue un lugar privilegiado de meditación para una comunidad de canónigos y, así, lo expresaron en esta Anunciación explicada siguiendo la teología de San Agustín.
Si se realiza el análisis visual de la escultura, lo primero que sorprende es que se representó al Espíritu Santo en forma de Paloma cerca de la cabeza de la Virgen María. Además, el ángel Gabriel no lleva nada en su mano izquierda y con su derecha señala hacia la cabeza de la Virgen María. Pero los detalles iconográficos no acaban ahí, ya que, en el centro del estómago de la Virgen María y de forma diferente a como se representan los pliegues de sus vestidos, hay representada una pequeña esfera.
El teólogo redactor de esta iconografía no sólo conocía el pasaje bíblico del evangelio de San Lucas, sino que también dominaba la teología interpretativa de San Agustín, pues el Santo Patriarca latino había escrito:
“Tras estas palabras del ángel, ella, llena de fe y habiendo concebido a Cristo antes en su mente que en su seno, dijo: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.”
(San Agustín, Sermón 215, 4)
A juzgar por los elementos plásticos de este capitel historiado, parece ser que esta interpretación de San Agustín, la Virgen María concibió a Cristo antes en su mente que en su seno, no sólo la conocía el propio Espíritu Santo, colocado en Santa María de l’Estany en forma de paloma junto a la cabeza de la Virgen, sino también el ángel Gabriel que señala la cabeza de la Virgen con dos dedos (el pulgar y el índice) de su mano. Dos dedos que se convierte en una clara señal, un símbolo, el de la doble naturaleza del Hijo de Dios, divina y humana, que se explicita en el momento de la Encarnación, representada por la pequeña esfera colocada en el estómago de la Virgen María.
Además, parece ser que el teólogo redactor de este programa escultórico quiso reforzar esta idea de la doble naturaleza de Cristo a través de un nuevo símbolo. En el cimacio de este capitel historiado, se esculpieron tres cubos que tienen en su interior una letra, la X (tal vez, la letra X como símbolo de las cuatro naturalezas de las que habla la teología neoplatónica que se dan en Dios) con esta disposición: X / xx / X. Una disposición que parece hablar de las naturalezas de la Santísima Trinidad, indicando con la X la naturaleza espiritual tanto del Padre como del Espíritu Santo y con la doble xx la naturaleza doble (humana y divina) del Hijo de Dios, el que habitó el seno de la Virgen María después de su aceptación intelectual, un 25 de marzo.
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Si los detalles hacen únicas a cada una de estas representaciones iconográficas románicas de La Anunciación, todavía se singularizan más aquellas ejecuciones escultóricas en las que se enriquece el marco teológico de La Anunciación no sólo con el concepto de la Encarnación sino también con la creación de mensajes teológicos complejos. Teológicamente, a La Anunciación de la Virgen María narrada por el evangelio de San Lucas, le corresponde el sueño de San José recogido en el evangelio de San Mateo.
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Son pasajes bíblicos autónomos, tal y como queda reflejado, por ejemplo, en los capiteles historiados del claustro del monasterio de San Juan de la Peña, Huesca. Son dos escenas independientes y, por eso, en este claustro oscense, cada una de ellas ocupa un capitel historiado diferente.
En el claustro de San Juan de la Peña, la Virgen María y San José reciben un tratamiento iconográfico independiente, aunque comparten el mismo tema teológico: los dos (la Virgen María y San José) son informados por la visita de una ángel (María despierta, San José en sueños) de la voluntad de Dios, la Encarnación de su Hijo es obra del Espíritu Santo.
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Por eso, de entrada, en la iconografía románica, extraña encontrar representaciones escultóricas en las que estas dos escenas se han unificado. ¿Qué significa, por ejemplo, la presencia de la figura de un San José dormido, colocado junto a la Virgen María en la representación de una escena de la Anunciación, como sucede en uno de los capiteles historiados del templo de San Miguel de Estella, Navarra?
¿Por qué un teólogo redactor de iconografías románicas aglutina en una misma escena pétrea dos pasajes bíblicos pertenecientes a dos evangelios diferentes? Si en el evangelio de San Lucas hemos leído el relato de La Anunciación, en el de San Mateo se encuentra el llamado Sueño de San José:
“18 La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo.19 Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. 20 Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo.21 Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.»22 Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: 23 = Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, = que traducido significa: «Dios con nosotros.» 24 Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.25 Y no la conocía hasta que ella dio a luz un hijo, y le puso por nombre Jesús.”
(San Mateo I, 18-25)
¿Por qué unir en un solo capitel historiado dos pasajes bíblicos pertenecientes a evangelios diferentes? La relación conceptual teológica es obvia. No obstante, ya que, en esta iconografía del templo de San Miguel de Estella, se esculpen dos pasajes bíblicos en un solo capitel y los dos posibles ángeles son reducidos a sólo uno, podemos realizarnos esta pregunta: ¿con esta práctica, se quiso economizar espacio pétreo y, de paso, ahorrar en horas de trabajo escultórico?
Antes de proseguir, recordemos que, durante la Edad Media, la Biblia pasaba por cuatro estadios de interpretación: histórico (o literal), tropológico (o moral), alegórico (las verdades de la fe) y anagógico (verdades celestiales y escatológicas). Sin embargo, lo que más sorprende de este caso de Estella es la actuación realizada por el teólogo redactor. Un teólogo redactor que ideó una imagen que no se basa en ninguna de las cuatro interpretaciones, pues se limitó a creer en la opinión que había expresado en un libro un autor al que él tenía como criterio personal de autoridad, creando así en este capitel:
“Ahora bien, cuando la Santa Escritura y el Símbolo –transmitido por el Santo Sínodo de Nicea, ciudad de Bitinia y formulado contra todos los herejes-, son consultados sobre el hacerse hombre del Hijo de Dios- esto es, sobre la encarnación del Verbo-, se nos descubre muy claramente y se nos enseña sin ninguna ambigüedad, que el Verbo fue concebido del Espíritu Santo. También el ángel dice a María: “el Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra”. Y el mismo ángel dice a José: “José, hijo de David, no abandones a tu esposa. Pues lo que en ella ha nacido proviene del Espíritu Santo”. Según estos testimonios y otros semejantes, ¿no se nos da a conocer y a creer que el Hijo, según la carne, ha sido concebido y ha nacido del Espíritu Santo?”
(Juan Escoto Eriúgena, Periphyseon)
“Y el mismo ángel dice a José”, la voz de autoridad teológica de Eriúgena permite que el teólogo redactor de esta iconografía románica de Estella pueda unificar los dos pasajes bíblicos por lo que significan: el Verbo fue concebido del Espíritu Santo. Este es el núcleo del mensaje teológico que recibieron tanto la Virgen María como el propio San José. Según estos dos testimonios y tal como había escrito Eriúgena, el Hijo de Dios, según la carne, ha sido y ha nacido del Espíritu Santo. El teólogo redactor del programa iconográfico de Estella tuvo en este pasaje del Periphyseon de Eriúgena un criterio de autoridad teológica.
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Ahora bien, ¿qué pasa cuando la escena de La Anunciación es recreada en sí misma con elementos aparentemente ajenos a todo discurso bíblico como sucede en el famoso relieve del claustro del monasterio de Santo Domingo de Silos, Burgos?
En este magnífico relieve de La Anunciación del claustro de Silos, mientras el ángel San Gabriel, siguiendo el relato bíblico de San Lucas, realiza La Anunciación, dos angelotes pequeños coronan a la Virgen María. De nuevo, nos encontramos ante el pasaje de La Anunciación potenciado teológicamente. Ahora bien, en esta ocasión, el enriquecimiento teológico no se produce por la adición a la escena del relato del evangelio de San Lucas de otro episodio bíblico, como sería el caso de Estella, sino por la aparición de un concepto teológico más especulativo, el de la Coronación de la virgen María.
Es decir, observando detenidamente este relieve, sorprende la síntesis teológica que realizó el teólogo redactor:
• En la parte baja del relieve, se está reproduciendo la Anunciación, el acontecimiento salvífico que se desarrolla en la Tierra: correspondería al detalle del ángel Gabriel y su anuncio a la Virgen María.
• En la parte alta del relieve, se asiste a la coronación de la Virgen María: desde el cielo, dos angelotes la coronan.
La estructura figurativa que corresponde a la parte baja del relieve y la que corresponde a la superior, no sólo están hablando de la Virgen María, sino también del acontecimiento salvífico que representa: la Encarnación del Hijo de Dios. Pero, al hacerlo, los dos detalles plásticos están esculpidos con la intención de hablar de la doble naturaleza del Hijo de Dios. Con la parte inferior del relieve, se está refiriendo a la naturaleza humana de Cristo; con la parte superior, el relieve explica la naturaleza divina de Cristo.
El teólogo redactor de este relieve de Silos se acerca así a posiciones teológicas que fueron expresadas, entre otros, por Joaquín de Fiore, ya que este abad recriminaba a los judíos que no fuesen capaces de aceptar que tan gran majestad, Dios, quisiera visitar un cuerpo femenino para ser contenido en la morada de un cuerpecillo débil. En el relieve de La Anunciación de Silos, la gran majestad de Dios bien puede estar representada por la corona que los ángeles colocan en María. Según la tradición cristiana que reproduce Fiore en sus textos, la Encarnación del Hijo se produce en el momento del fiat, del sí, de la Virgen María. En ese preciso momento, se produce la doble naturaleza, la divina y la humana, del Hijo de Dios.
Esto es lo que quiere significar el teólogo redactor del relieve de Silos con el detalle plástico de la corona. Un detalle plástico que bien puede estar queriendo reproducir en piedra el siguiente pensamiento de Fiore: “voluisse tantam maiestatem visitare corpus femineum et infirmi corpusculi contineri cubili” En el fondo, la corona constituye un detalle plástico que sirve para hablar de la doble naturaleza del Verbo en el preciso momento de la concepción. La corona está sostenida por dos ángeles. La coronación en el relieve de Silos no se produce ni en clave trinitaria ni en clave cristológica.
La Virgen María no recibe la corona de manos del Hijo de Dios ni en una iconografía en la que aparecen las tres personas de la Trinidad. En el relieve de Silos, la Virgen María no es coronada ni por la Trinidad ni por el Hijo, sino por dos ángeles. En el momento de La Anunciación, todavía no se ha producido el triunfo sobre la muerte de Cristo, su hijo. Por eso, esta coronación de la Virgen María no puede significar su triunfo, a no ser que el relieve de Silos esté hablando en su parte superior del posterior triunfo de la Virgen, con lo que nos acercaríamos a la interpretación de la segunda Edad, la de la Encarnación, de la que hablaba el abad florense. Una segunda Edad que se inició en el momento de la Encarnación del Hijo de Dios y que se consumaría con el triunfo de la Nueva Madre, la Iglesia espiritual, tal y como profetizó Joaquín de Fiore.
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Por estos motivos, en el relieve de Silos, la corona significa la Divinidad, la segunda naturaleza de Cristo; pero, a su vez, la corona en la mujer remite a los seis primeros versículos del capítulo XII del Apocalipsis:
“Apareció en el cielo una señal grande; una mujer envuelta en el sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre la cabeza una corona de doce estrellas.”
Es decir, la mujer coronada es aquella que, según la tradición cristiana seguida también por Joaquín de Fiore, acabó siendo identificada con la Iglesia. El salto al nuevo símbolo teológico estaba preparado.
Grupo Ailbe
Noviembre 2009
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