La carretera comarcal SO-920, que une las localidades sorianas de Burgo de Osma y San Leonardo de Yagüe, cruza en el punto kilométrico 17 un puente que emboca al otro lado un cruce ampliado en los arcenes, señalados por diversas indicaciones como el nacimiento del río Ucero; otros carteles nos conminan igualmente a continuar durante un tramo de 1.200 metros por una estrecha carretera local que nos ha de llevar hasta la zona habilitada como aparcamiento obligatorio -Cueva Fría-, con una capacidad limitada de aforo de unos 500 vehículos que suele llenarse en los días de máxima afluencia, principalmente Semana Santa, los 'puentes' o el mes de agosto, conocido por ser el lugar donde termina el Cañón del Río Lobos, cuyo curso remontaremos hasta el templo de San Bartolomé de Ucero.
Desde este lugar hasta la Ermita de San Bartolomé (recuadro inferior a la izquierda del mapa adjunto) hay unos 2,5 kilómetros de agradable paseo, que puede realizarse a pie por la carretera asfaltada, si bien, como a 600 metros del aparcamiento encontramos de frente, un vado que nos permitirá durante gran parte del año, continuar el recorrido por la ribera derecha (izquierda mirando contra corriente), conocida como 'Senda del Río', que de una manera más natural nos permite contemplar la diversidad, tanto de la flora y fauna, como las espectaculares formaciones rocosas del Cañón, fruto de la doble acción erosiva de desgaste y el efecto disolución que sobre la caliza ejerce el agua, produciendo hundimientos del lecho al ceder las grutas subterráneas, dando lugar a la aparición de las típicas zonas cóncavas o lermas fluviales en los flancos del cañon, que además son muy vistosas teñidas con los óxidos aportados por las aguas de escorrentía. En el lecho también se producen los denominados lodazales o estanques de arenas movedizas, propios de este tipo de curso interminente, junto con pequeñas lagunas u 'ojos' que forman una tupida red pantanosa.El conjunto calizo se ha erosionado formando un Karst que muestra en su superficie alguna torca, abundantes simas, cuevas y sumideros, que dejan entrever la actividad característica del acuífero de aguas subterráneas.
En cuanto a la fauna, el Cañon da cobijo a las aves como el buitre común (Gyps fulvus) y otras especies protegidas como águilas, real, culebrea y calzada; halcón peregrino, azor, cernícalos y rapaces nocturnas como búho real y chico, lechuza, cárabo, autillo y mochuelo. Otras aves especializadas son: garza real, del medio acuático; alondra común, del medio estepario; picogordo, del bosque; el alimoche y la chova piquirroja en los cantiles. Por otro lado, anfibios, reptiles y peces, como ranas, lagartijas, culebras, víbora hocicuda, trucha común y barbo. Entre los mamíferos encontramos corzo, jabalí, conejo, ardilla, liebre, zorro, garduña, comadreja, tejòn. nutria y murciélagos.
Y entre la flora más vistosa, flotando sobre la superficie acuosa, las grandes hojas de nenúfares, lentejuelas y eneas; así como encaramadas a las cortadas calcáreas, una muestra de plantas a proteger que viven en la roca, la Saxífraga cuneata o en los derrubios, como la Lunaria supina.
En las riberas chopos, aslisos y sauces y un poco más alejados, la pionera y emblemática sabina albar o enebro (Juniperus Thurifera), conviviendo con el pino pudio (variedad de pinus nigra), quejigos (Querqus faginea) y la sempiterna encina (Quercus ilex). Entre los matorrales más apreciados, destacan enebro, gayuba y aliaga, a los que acompañan especies aromáticas del páramo, espliego, tomillos y salvias.