Hola a todos
¡Uf!, las horas de trabajo y dedicación que cuesta proponer reflexionar sobre algunas líneas escritas y aceptadas al unísono. Una entrada un poco larga, pero espero que la encontréis interesante, ya que reflexionamos sobre un misterio.
Si las reliquias eran una fuente de ingresos y se exponían públicamente (al menos una vez al año) para que las gentes acudiesen en masa a los diferentes templos y dejasen sus aportaciones económicas, ¿por qué se escondieron en Bagüés de tal manera que no se podían sacar ni una sola vez, ya que para sacarlas se tendría que romper obligatoriamente el programa iconográfico que cubría el hueco en el que se habían depositado y que las había dejado selladas definitivamente?
En concreto, ¿qué llevó a esconder unas reliquias para no volver a exponerlas nunca más, cuando todavía hoy es una práctica litúrgica dentro de la Iglesia? ¿Por qué eran “peligrosas” esas reliquias de Bagüés, tanto que se acabaron escondiendo? ¿Quién las podía considerar “peligrosas” y por qué? ¿Quién tomó la decisión de esconder unas reliquias detrás de un programa iconográfico pictórico con la intención de salvarlas sabiendo perfectamente lo que eso significaba, la pérdida de entradas económicas?
Por eso, si se quiere justificar el programa iconográfico de Bagüés a través de su vinculación directa al cambio de rito y, en concreto, al rito romano, ¿por qué, en Bagüés, no sólo se escondieron las reliquias sino que tampoco se siguió el ritual romano de consagración de un templo? ¿Quién tuvo tanto poder para acabar colocando la lipsanoteca en un lugar que no era el reservado por el rito romano y, además, tomar la decisión de esconder para siempre una serie de reliquias? ¿Por qué se altera el rito romano con la intención de “salvar” un grupo determinado de reliquias?
Para que os podáis hacer una idea más clara de lo que estamos explicando, paso a realizar un resumen de las partes más importantes de un ritual de consagración de un templo en la Edad Media. Básicamente, en la época románica, el ritual de consagración de un templo se dividía en tres partes:
a) una vigilia nocturna (oración y meditación) ante las reliquias de los santos,
b) el rezo de maitines y laudes delante de la caja de las reliquias,
c) la ceremonia propiamente dicha.
¿En qué partes se estructuraba la ceremonia?
1. En el interior:
Se encienden 12 cirios en el interior del nuevo templo delante de las doce cruces labradas o pintadas.
2. En el exterior:
Acto seguido, el obispo y los clérigos revestidos con los correspondientes ornamentos sagrados recorren el exterior del templo, escribiendo las letras del alfabeto latino en las paredes del templo. Después, cantan responsos bíblicos alusivos al templo de Jerusalén. Llegan a la puerta más importante que tiene que estar en esos momentos cerrada y el obispo canta una antífona. Hay clérigos en el interior del templo que le responden (este intercambio de cantos de antífonas entre el obispo y los clérigos que permanecen dentro se repite por tres veces). La comitiva episcopal entra en el interior del nuevo templo.
3. De nuevo, en el interior:
Canto de una extensa letanía. Después, se escribe dos veces el alfabeto latino en forma de cruz aspada sobre el pavimento. A continuación, se bendice el agua lustral que servirá tanto para bendecir los muros exteriores como los interiores y el altar y se bendice el templo con la posterior unción del altar y también la unción de las doce cruces labradas o pintadas en los muros interiores del templo, delante de las que se habían colocado antes los doce cirios.
La ceremonia continúa con las oraciones de bendición del altar y de los objetos sagrados. Cuando se acaba esto, en procesión, se van a buscar las reliquias al lugar en el que se había celebrado la vigilia nocturna con el fin de colocarlas en el pequeño sepulcro del altar y se acaba colocando las reliquias en el agujero que la base del altar tiene en la parte superior. Ahora, es el momento de presentar el ara y los diáconos la colocan sobre la base, tapando el sepulcro. El obispo unge el altar con el crisma y se viste el altar, es decir, se coloca por este orden: el frontal delantero, los manteles sagrados y la cruz. Después, se cuelga la cortina en el arco triunfal que separa el presbiterio, reservado a la clerecía, de la nave, el lugar propio de los fieles. Para acabar, se bendice conjuntamente el templo y el altar y se continúa la celebración eucarística.
Hasta aquí el ritual. Quedémonos con esta serie de detalles: se van a buscar las reliquias al lugar en el que se había celebrado la vigilia nocturna con el fin de colocarlas en el pequeño sepulcro del altar y se acaba colocando las reliquias en el agujero que la base del altar tiene en la parte superior. Ahora, es el momento de presentar el ara y los diáconos la colocan sobre la base, tapando el sepulcro.
Es decir, el sepulcro de las reliquias está en la parte superior de la base del altar y acabará quedando tapado por el ara que los diáconos colocaran sobre la base. Lástima que la base del altar que todavía nos queda en Bagüés parezca que no sea románica
para poder comprobar si todavía tenía practicado el pequeño sepulcro originario.
Por eso, ¿quién tuvo tanto poder para cambiar su ubicación? ¿Qué le obligó a hacerlo? ¿Por qué tomó esta decisión? ¿Quién tuvo tanto poder para alterar el rito romano? Además, ¿a qué principio teológico se acogió esta autoridad para justificar y explicar el cambio de ubicación de la lipsanoteca? ¿Qué pasó? ¿Nadie se enteró? ¿Nadie se opuso? Si las reliquias eran una fuente de ingresos y se exponían públicamente para que las gentes acudiesen en masa a los diferentes templos y dejasen sus aportaciones económicas, ¿por qué se esconden en Bagüés de tal manera que no se podrían sacar ni una sola vez? De la otra manera, levantando en una fecha determinada el ara del altar, se pueden extraer sin ningún problema para que sean veneradas por los fieles. ¿Por qué se escondieron estas reliquias?
Además, vistas así las cosas, se produjo una verdadera intencionalidad teológica al buscar una nueva ubicación para la lipsanoteca. Al colocar la caja de reliquias dentro de un programa iconográfico y no en el altar (en el que se celebra el rito eucarístico), se desplaza intencionadamente el espacio sagrado hacia el centro del ábside, justo debajo de la única ventana saetera del ábside y, además, su ubicación acaba formando un vértice, la cabeza de Cristo, en el que van a converger los tres modelos pictóricos sacerdotales representados en el ábside: san Juan el Bautista, el propio Cristo, San Juan Evangelista.
Bueno, llegados a este punto, mejor que calle.
Un abrazo a tod@s