Colmo vemos en el plano de la planta, la nave es trapezoidal, con sus muros y bóvedas cubiertos por
bellísimas pinturas románicas. En la trasera sorprende la presencia de un promontorio rocoso de unos 25 cm. de altura y más de 1 m. de longitud, que sólo parece explicarse pensando en la posible existencia de un
banco adosado al muro trasero, como en tantas iglesias rupestres o de obra de fábrica.
El suelo es rugoso e irregular, pues se encuentra constituido por la propia roca. La cabecera presenta interiormente una planta que tiende a la herradura irregular, con dos credencias cuadrangulares abiertas a distinta altura en el arranque del muro absidal y las cubiertas, muy rehechas, parecen iniciarse con un corto tramo de cañón y un segundo sector en horno, sobre el presbiterio.
También se han hallado restos de cerámica altomedieval y algunos elementos epigráficos e inscripciones en su interior, que junto a las pinturas murales van aterminarán de implementar el altísimo interés de esta obra de caracter puramente hispano.
Sin duda, el muro diferenciador central -con su triple apertura- es el que concita buena parte del interés arquitectónico de esta iglesia y el que imprime a su interior gracia y carácter, aunque no nos será difícil encontrarf otros elementos arqueológicos relacionados con cuevas artificiales y obras semirrupestres.
A modo de separdor de ambientes interior, observaremos su evolución sobre todo en época visigótica, lo que explicaría por ejemplo las cabeceras de San Juan de Baños 5 y Sta. Lucía de El Trampal (ver Banco de Fotos) como ejemplares representativos de la última fase de esta evolución. También lo vimos en Nazaré (Portugal), donde algunos creen ubicar la iglesia más antigua de todo el territorio peninsular:
A,lgunos tesrtimonios como el Íñiguez, interpretan que este tipo de muiro se ambienta en el problema del triple altar, ya que considera que tales nichos laterales -que aparecen flanqueando por el
exterior el arco triunfal de ingreso al santuario- no son otra cosa que altares de nicho
que todavía no han originado los ábsides laterales y que más tarde veremos en el románico, a diferencia de lo que había sucedido con el central, ya que -siempre según él-, se constata una evolución que arranca, con precedentes romanos, desde los tres altares de nicho, para pasar posteriormente a destacar el central, has llegar -por último- a la triple cabecera.
Sobre el muro central, en un espacio a modo de tímpano, vemos pinturas románicas de comienzos del s.XII. Contemplamos en ellas a Cristo en una mandorla mística sostenida por cuatro ángeles; a un lado, un obispo y al otro, una reina: