Hola a todos
Hoy, una pequeña reflexión sobre la que ya hemos dialogado en otras ocasiones. Muchas veces, el valor del símbolo es doble. Se parece a una moneda. Para que tenga sentido completo (es decir, para que tenga valor) se necesita que las dos caras estén juntas. No hay moneda que tenga valor, si no tiene las dos caras. Esto mismo pasa a símbolos esenciales de la fe cristiana. Pongamos un ejemplo.
Si hacemos caso de la primera definición de la palabra
Símbolo del DRAE:
Citar:
“Representación sensorialmente perceptible de una realidad, en virtud de rasgos que se asocian con esta por una convención socialmente aceptada”
no cabe duda que el símbolo del
Agnus Dei, como el que coloco a través de esta imagen, es explícito y, desde el punto de vista del sentido de la vista, muy potente.
(San Bartolomé, en Aguilar de Codes, Navarra)
Si el símbolo es la representación de otra realidad, lo tiene que ser en virtud de alguna analogía. Necesariamente, el símbolo y la realidad tienen que compartir un nivel de significados para que el entendimiento perciba la relación existente entre la realidad representada y su símbolo.
Lo que quiero comentar es que siempre me ha parecido que el símbolo del
Agnus Dei remite no solo a la idea de
la muerte de Cristo en la cruz, sino al concepto teológico de la
“soledad de la cruz”.
Intentaré explicarme. Cristo, murió rodeado de personas; pero, teológicamente, solo;
ya que hay que esperar a su Resurrección para dar sentido teológico a su muerte, para que empiece a ser comprendida por los demás; en primer lugar, por sus discípulos evangélicos.
(Bajorrelieves de Silos de la Duda de Santo Tomás)
Para los cristianos, es desde su
Resurrección que
Jesús de Nazaret se convierte en el
Mesías, en Cristo (de nuevo, la realidad pasa a convertirse en símbolo), en el
Cordero de Dios, en el
Agnus Dei. Y esto, precisamente, algunos, no lo entendieron a la primera.
Un abrazo a tod@s