Ya en el 401 aC, el historiador griego Jenofonte -en Libro IV de su
Oeconomicus-, introdujo la idea del jardín de las delicias, el
"paradeisos".

Y es que entre los antiguos persas, el
paradeisos era un área o terreno de esplendor inigualable, un recinto en la tierra donde la inagotable caza proliferaba en un inmenso oasis, bajo la sombra de fértiles bosques frutales y sagrados huertos provistos con cultivados jardines, que eran de continuo regados por los ríos, fuentes y manantiales de los que manaban las aguas más puras y cristalinas del mundo. Incluso algunos pensaban que se trataba de un paraíso celestial, ubicado detrás de la región superior de los cielos. Agradables a la vista, la suave fragancia de la naturaleza y los sabores se esparcían por el territorio, en el que convivían todo tipo de bestias salvajes o amansadas, junto a aves, reptiles, pero también fantásticos seres alados que tenían allí su morada.

Los griegos, en base a los jardines que habían visto mientras luchaban en Persia, recomendaron su imitación. La descripción más popular que ha llegado hasta nuestros días, es el relato de Jenofonte, popularizada en 1692 por el inglés William Temple en un influyente ensayo de jardinería, sobre los Jardines de Epicuro. Jenofonte, como ya hemos referido al principio quedaría tan asombrado al contemplar aquellos bellos jardines colgantes en tiempos de Ciro el Joven, que llevó a Grecia el concepto que la palabra
“paradeisos” convertiría en el símbolo del Edén.
Así el Paraíso estaba delimitado por una muralla equipada con torres para los cazadores, que impedía que las bestias escaparan. En defintiva un verjel cercano al Hades, en el que los Judios ubicaron más tarde, la séptima morada -en hebreo ARABOTH- regentada por el arcángel MIGUEL, un lugar en el que permanecerían las almas de los muertos, hasta su resurrección. Luego, los jardines romanos, a menudo incluirán pinturas murales de dioses y de paisajes entre sus muros interiores, a semajanza de aquella fauna mitológica que habitaron los
"paradeisos". De estos últimos claustros, de su etimología, será de la que deriven los posteriores claustros medievales de Europa.
Posteriormente el modelo persa del jardín como un paraíso en la tierra, se convirtió para los árabes en un jardín cerrado cuadrangular, recorrido con caminos perpendiculares centrales o canales, que lo dividían en cuatro secciones iguales. De acuerdo con los Padres de la Iglesia cristiana, el Paraíso es aquel que nuestros primeros padres habitaron antes de la Caída, un lugar entre la Tierra y los Cielos, que algunos textos medievales localizan entre el Tigris y el Éufrates. Igualmente rodeados por una muralla delimitadora, era fundamental enclaustrar en los antiguos patios romanos, muchos tipos de jardines que ocupasen el espacio interior de las mansiones.
Ora et labora, concluirá la regla benedictina, y el Jardín del Edén, por supuesto, también quedará convertido en el "hogar perdido".
El Eden se describe en el Génesis como una especie de Chahar - Bagh, cerrado, dividido en cuatro partes por los ríos reunidos en ángulo recto en el centro, que contiene el árbol de la ciencia del bien y del mal. En las primeras representaciones de Asia Oriental de los cuatro paraísos budistas, se muestran palacios rodeados de árboles y flores fragantes, bailarines y músicos. Al igual que en las pinturas rupestres de Dunhuang (China), muestran el significado religioso de la sugerente flor del loto flotando sobre las quietas aguas transparentes de un estanque, con el tiempo los brotes que muestran las almas, renacen en el paraíso como nuevas. Estos jardines inspirarán cualidades de la realeza, incluyendo el famoso jardín budista en Anapchi, en Kyongju, Corea, construido hacia el año 674 dC.

La capacidad de visualizar el paraíso se cree que facilita la iluminación en la meditación; a través de la contemplación de los capiteles claustrales de Palamós, podremos llegar a comprender el Paraíso, como fue concebido por las antiguas civilizaciones.
Es algo que podremos describir mejor, cuando alcancemos de cerca el Jardín del Edén de la Mas del Vent. Invitados, como es necesario que se haga, sin que se nos excluya de manera intencionada tal o como se ha hecho, sólo por haber mostrado nuestro interés y compromiso en el seguimiento del asunto, o por haber contribuido de manera tan activa como inexcusable, a su difusión y debate.
Pero volviendo al tema en cuestión, Loor y Gloria, Profesor Boto.
